“Los ídolos que fabricamos”
Esta semana hemos recibido con sorpresa la noticia de la renuncia del Papa Benedicto XVI, pues no estamos acostumbrados a saber de sumos pontífices que dimiten. Dentro de la Iglesia, la última vez que sucedió algo así fue en el 1415 cuando renunció Gregorio XII, en un momento en el que coincidieron tres papas al mismo tiempo disputándose la autoridad del Vaticano
Esta semana hemos recibido con sorpresa la noticia de la renuncia del Papa Benedicto XVI, pues no estamos acostumbrados a saber de sumos pontífices que dimiten. Dentro de la Iglesia, la última vez que sucedió algo así fue en el 1415 cuando renunció Gregorio XII, en un momento en el que coincidieron tres papas al mismo tiempo disputándose la autoridad del Vaticano.
Por otro lado, esta acción se ha transformado en una lección muy clara para toda la clase política, en especial la europea, que persiste en vivir de espaldas a la sociedad y se mantiene aferrada al poder, a pesar de las constantes mentiras y los habituales actos de corrupción que se están conociendo a diario a través de los medios de comunicación.
No obstante los ídolos en el crecimiento personal, también pujan por su lugar de poder. Vemos cómo el anuncio del Papa ha dejado consternada y sin rumbo a la comunidad católica. El propio cardenal español Rouco Varela manifestaba, al conocerse la noticia, que “estamos huérfanos por una decisión que nos llena de pena”. Este vacío constituye la ausencia de un guía, de un gurú, de un líder que nos diga a qué debemos obedecer, cuál es la verdad y cuál es la mentira, dónde están el bien y el mal. Pero, ¿por qué necesitamos líderes?
Jiddu Krishnamurti explica que buscamos “gurúes” cuando no queremos hacer el camino por nuestros propios medios y que por eso los necesitamos: para depositar en ellos toda la responsabilidad. Acudimos a ellos para que nos muestren un sendero en la vida, para que disipen nuestra confusión y hallemos la verdad.
Escogemos nuestro “gurú” porque estamos confusos, y esperamos que él/ella (en el menor de los casos por no decir ninguno) nos proporcione lo que pedimos. Es decir, elegimos un “gurú” que satisfaga nuestro deseo. No escogemos un “gurú” que diga "depended de vosotros mismos"; lo escogemos según nuestros prejuicios. Y por eso no buscamos la verdad sino una salida de la confusión; y la salida de la confusión se le llama equivocadamente "verdad".
Cuando hablo de “gurúes” o “ídolos” hablo en el sentido más amplio de la palabra: la que incluye a líderes religiosos, maestros, profesores, jefes, padres, madres, amigos, hermanos, vecinos, y hasta situaciones.
Puedo engañarme completamente a mí mismo, puedo no querer ver lo que hay debajo de mi felpudo, mi vida puede ser feliz en su mayor parte y seguir mi rutina; es decir, puedo normalmente vivir momentos en que todo está bien. Pero de pronto puede llegar esa situación o esa persona que toca un botón y hacer que la térmica salte, y todo mi mecanismo de defensa se ponga alerta: atacar, defenderme y justificarme.
A partir de allí me pregunto: ¿qué me está pasando? Si estaba todo tan bien, ¿qué me lleva a reaccionar de esta forma? ¿Cuánto estoy dispuesto/a a mirar debajo del felpudo? ¿Cuánto estoy dispuesto/a a dejar caer los ídolos que fabriqué?
Ídolo es toda aquella persona existente a mi alrededor a la que permito ser mi guía, que dirija mis gustos y mi manera de pensar. Cuando dejas que lo de afuera te diga quién eres, o qué quieres, estás “jodido”. En lo que observes se va a manifestar el guía que elegiste y lo que es peor aun, pusiste en las manos de él o ella (en el menor de los casos por no decir ninguno) tu vida y tu felicidad.
¿Estás dispuesto/a examinar todas esas cosas que no te gustan de ti para poder elegir en libertad si ellas te representan o no? ¿O vas a dejarlas bajo el felpudo y mirar para otro lado? El problema es que el felpudo siempre va a seguir ahí, y se va a hacer cada vez más grande y pesado, pues los gustos adquiridos son siempre temporales.
Cuando empiezas a querer ver, vas a tener que dejar que los ídolos que fabricaste se caigan. Y esto te va a llevar a una devastación porque tu ídolo, el que fabricaste, eres tú mismo/a. Cuando se cae tu ídolo, te caes tú misma/o. Todo el valor que pusiste fuera de ti, ya sea una situación, una relación, o una persona, se desmorona. Al caerse, se cae todo el valor que tú le habías dado a tal persona, relación o situación. Y ese valor eres tú mismo/a, es lo que vales tú, lo que te mide.
En medio de este proceso, quieres escapar y esconderlo todo otra vez bajo el felpudo porque no quieres estar mal, quieres estar bien. Pero esto es parte de una sensación de desamparo que vas teniendo. Son capas y capas y capas de construcciones falsas que hiciste durante toda tu vida, en los que regresas siempre al mismo lugar. Por lo tanto, lo fundamental es afirmar "No más ídolos". El ídolo realmente está en ti, en tu lado más puro. Tú eres tu verdadero guía. No hay papas ni gurúes que valgan. Aprende a ver a tus hermanos como iguales. Nadie te puede decir quién eres ni qué hacer. Solo tú puedes decidirlo. No busques fuera de ti. Eres tú el/la que escoge hacer de tus semejantes, ídolos, no los demás. Es una decisión tuya propia. Tú los has fabricado y en ti está el poder para dejarlos caer.
Como dice Jiddu Krishnamurti, esto significa aportar claridad a tu vida. En ese momento dejarás de necesitar aproximarte a un “gurú”. Despréndete de tus prejuicios para, desde el vacío y la nada, poder ver quién eres en verdad. De esta manera podrás conocerte y experimentarte como eres realmente, sin verdades prestadas. Así, de esta manera, romperás en un instante los círculos viciosos en los que has estado inmerso/a desde tiempos inmemoriables.