¿Moreno es el jefe?
Por el camino de la ingenuidad infantil podríamos creer que a Guillermo Moreno le va a crecer la nariz de Pinocho por mentiroso.
Por el camino de la ingenuidad infantil podríamos creer que a Guillermo Moreno le va a crecer la nariz de Pinocho por mentiroso. Pero es tan grave lo que pasa que el horno no está para bollos ni para inocentes cuentos de chicos. La cuestión ni siquiera da para las chicanas respecto a su apodo histórico de “Napia” que, obviamente, hace referencia a la magnitud de sus aspiraciones. No se puede ni se debe eludir la importancia de esta reaparición explosiva y provocativa de Moreno.
Y digo reaparición porque durante los días previos a las elecciones de medio tiempo fue prolijamente ocultado y ni siquiera estuvo en el escenario donde Amado Boudou, fue el maestro de ceremonias exaltado de la celebración de la derrota.
Lo guardaron a Moreno durante un tiempo porque junto a Luis D’Elía está entre los argentinos con mayor imagen negativa. Un piantavotos, para decirlo con todas las letras. Incluso había sido procesado por la justicia por su intento de censurar a las consultoras privadas que daban los números reales de la inflación que el oculta desde que intervino de prepo el INDEC. Todos los integrantes del gabinete de Cristina, los gobernadores y los intendentes K rogaron que la presidenta haya escuchado el mensaje de las urnas y le sacara tarjeta roja a Moreno. Muchos lo quieren pero se dan cuenta que grandes sectores de la población ya no se bancan su patoterismo de estado, su delito de malversación de las estadística públicas y sus soluciones bizarras que siempre intentan apagar los incendios económicos que el mismo genera echando mas nafta al fuego. Es el responsable de fracasos notables e insólitos como el blanqueo, los cedines, el cepo cambiario, todas consecuencias del pecado original que fue el envenenamiento de la economía con las mentiras de la inflación que se fueron convirtiendo en bolas de nieve imparables.
Muchos, con lógica y sentido común, pensaron que Cristina le iba a pedir la renuncia y le iba a dar las gracias por los servicios prestados. O que por lo menos lo iba a sacar del centro de la escena y lo iba a premiar con un puesto de menor exposición pública. Era uno de los reclamos que tenían las urnas de aquel domingo.
Pero en estas últimas horas se demostró que Cristina no está dispuesta a enviarle el telegrama de despido. Todo lo contrario. La presidenta decidió ascenderlo. Le dio más poder y responsabilidades. Hay que leer lo que pasó en las últimas horas. El resto del equipo económico se mantuvo con perfil bajo, congelado, casi en silencio. Incluso la noticia más importante de quien figura formalmente como ministro de Economía, Hernán Lorenzino, fue que chocó con su moto en la autopista a La Plata. Pero casi no hablaron ni aparecieron ni Axel Kiciloff, ni Mercedes Marcó del Pont, ni el poderoso Ricardo Echegaray.
El único que ofreció un reportaje a un diario ultraoficialista fue Moreno. Y dijo barbaridades y frases provocativas. Si su objetivo fue irritar a la gente, lo consiguió. Porque les mojó la oreja y trató de estúpidos a todos los argentinos que padecen el flagelo de la inflación. Sobre todo a los más humildes, a los trabajadores en negro que hacen changas y que sienten que cada día pueden comprar menos cosas en el supermercado y que sus ingresos ya no alcanzan para nada.
Pero el superministro Moreno escupió palabras incomprensibles diciendo una vez más que no hay inflación porque no aumentó el precio de la carne o del pollo. De inmediato recogió lo que era obvio. Críticas de todos los sectores sociales, políticos y económicos y estadísticas que demuestran sus falsedades seriales. Nuestro compañero Maximiliano Montenegro puso un ejemplo clarísimo. Dijo que si no existiera la inflación de alrededor del 25% los obreros formales de este país serían millonarios. Porque con los aumentos que lograron en paritarias hubieran duplicado en cuatro años su poder adquisitivo. Y claramente no es así.
Ayer Moreno se mostró una vez mas al comando de la economía convocando a todos los sectores que integran el complejo metalmecánica y metalúrgico. Mandón, chabacano, grosero y maltratador como siempre. Reflexión política obvia. Hasta ahora se decía que la culpa no la tiene el chancho sino quien le da de comer. Una forma de decir que Moreno solo ejecuta las órdenes que le da Cristina. Pero viendo como se mueve, algunos empiezan a preguntarse si la cosa no es al revés. Si no es Moreno el que le da órdenes a Cristina.
Porque nadie está obligado a declarar en su contra. Y nadie está obligado a premiar a su propio verdugo. Cristina no tiene porque apelar a un remedio que es peor que la enfermedad. Y ese es Guillermo Moreno.