¿Quién resucitó el odio?
El kirchnerismo inoculó el odio en las venas abiertas de la sociedad y esa es la peor herencia que dejará.
El kirchnerismo inoculó el odio en las venas abiertas de la sociedad y esa es la peor herencia que dejará. La asignatura pendiente más grave. Esta será recordada como la década fracturada. Es muy doloroso pero real. Muchos años nos costó a los argentinos suturar aquellas heridas profundas que se abrieron en la pelea a favor y en contra del peronismo. Ninguna comunidad puede realizarse con felicidad y convivencia entre sus integrantes si está partida al medio. Si el fanatismo y la bronca son los principales protagonistas.
En estas horas, la internación de Cristina puso nuevamente al debate en el primer plano. Los kirchneristas menos beligerantes mostraron su preocupación al respecto. La pancarta de una militante en las puertas de la fundación Favaloro ironizaba al respecto. Decía: “Hematoma gorila, vas a correr”. Los humoristas de Página 12 dibujaron a dos chetas destituyentes que reclamaban votar a la mejor candidata llamada “Ema”… “Hema.. toma”. Un remezón actualizado de aquella pintada salvaje mientras Eva Perón agonizaba: “Viva el cáncer”, quedó estampado en la pared como expresión máxima del rencor.
Hoy las redes sociales ardieron de injurias y rabia. La cobardía anónima de ambos lados surgió a borbotones. Yegua, puta, montonera decían los más brutales que le desean directamente la muerte a Cristina. Y genocidas, asesinos, golpistas decían los que le desean la vida eterna. Es verdad que esa batalla por internet no representa fielmente a la sociedad. Es solo su expresión más extrema y venenosa. Pero antes no existía y ahora existe. Ese es el dato más inquietante. Ese es el tamaño del retroceso.
El odio es un sentimiento. El mas perverso de todos porque se mete por los poros y funciona como una peste contagiosa e incontrolable. Es claramente una fobia, la peor de la condición humana. Nada bueno se construye individualmente desde el odio y mucho menos colectivamente. Si hay dos países dentro de un territorio, ninguno crece, ninguno puede hacer feliz a su gente.
Yo creí que ese odio surgido de la política había sido sepultado definitivamente durante el levantamiento carapintada. El jefe del peronismo de entonces, Antonio Cafiero estuvo parado en el balcón de la Casa Rosada junto al presidente radical, Raúl Alfonsín. Eran la foto de la unidad nacional. Eran los conductores de las mayorías nacionales que se unían frente a las armas y a los golpistas. El genocidio que habíamos padecido había dejado una enseñanza: la dictadura no hacía diferencias partidarias. Mataba, secuestraba y censuraba sin preguntar que camiseta partidaria tenía la víctima.
Sin embargo hoy, resucitó aquel odio sin límites. Por eso digo que es la peor herencia. Esta semana un grupo de adoradores de Cristina insultó de arriba abajo a una periodista por el solo hecho de ser de TN y Canal 13. Incluso una mujer avanzó con una tijera en la mano. La propia custodia presidencial tuvo que ayudar a la periodista para que la cosa no se convirtiera en linchamiento o tragedia. ¿Qué objetivos tenían los muchachos cristinistas? ¿Quemar el móvil con los trabajadores de prensa adentro? ¿Clavarle la tijera en la yugular a la periodista monopólica? ¿O solo pretendían asustarla para que se autocensurara? Nadie lo sabe. Cuando una barra se mueve por odio y se autoagita puede hacer cualquier cosa. Todo sea por defender a la patria que es Cristina y por eliminar a la antipatria que son los gorilas.
Lo más terrible es que no fue un hecho único ni aislado. Que es un eslabón mas de una cadena de agresiones de distinto tipo a los que piensan distinto. Con Fernando Bravo lo hemos sufrido en carne propia en más de una ocasión. Para aportar a la pacificación. Para terminar con la guerra fraticida de insultos y patoteadas, hay que contribuir de todos lados. Hay que evitar las descalificaciones personales. Discutir ideas y proyectos. Denunciar corrupciones y verdades. Debatir a fondo. Pero sin estigmatizar ni perseguir al otro. No es mi intención levantar el dedito y apuntar a los culpables.
Pero ningún problema se soluciona si no se identifica con claridad como fue que se produjo. No hay remedio eficiente si no se sabe como apareció la enfermedad. Y no hay dudas que todo vino de arriba para abajo. Desde el estado hacia el pensamiento diverso. Brutalidades musolinianas como los juicios en la plaza pública a periodistas o los afiches escrachadores que eran escupidos como un deporte jamás fueron condenados por las mas altas autoridades. Encendieron una llama que hoy es muy difícil de apagar. Pero que debemos apagar. Cuando el incendio social se descontrola nos quema a todos.