En la cima del gobierno de Cristina, anoche, se hacían tres preguntas. ¿Renunciará Boudou? ¿Pedirá licencia? ¿Qué pasa si lo procesan? El menos Amado de los funcionarios está en un verdadero laberinto del que solo puede salir por arriba. Desde el punto de vista institucional es una situación grave porque estamos hablando nada menos que del vicepresidente de la Nación.

La segunda máxima autoridad del país, desde el punto de vista judicial, está parado sobre un verdadero chiquero. Cada vez que se mueve salpica a algún compañero de ruta. Ya se cargó a Esteban Righi, Carlos Rívolo y a Daniel Rafecas y dejó colgado del pincel a Adelmo Gabbi. Desde el punto de vista político, camina sobre arenas movedizas. Cada vez Boudou que se mueve, se hunde más. Todo el escándalo se generó porque Amado Boudou involucró a una parte del gobierno en un operativo para meterse una imprenta en su bolsillo. Y no cualquier imprenta, la que fabrica billetes.

Es muy delicado el tema. Al vice lo acosan figuras complicadas como enriquecimiento ilícito, lavado de dinero, negociaciones incompatibles y tráfico de influencias entre otros posibles delitos. Todo indica que la carrera de Amado tocó fondo. Es un muerto político al que están sosteniendo artificalmente para no erosionar la figura de quien lo designó en solitario en ese lugar: Cristina Fernández. Este es el gran problema. Si Boudou fuese vicepresidente producto de un acuerdo entre dirigentes o fuerzas distintas, ya hubiera sido eyectado del poder. Pero fue bendecido solamente por el dedo de Cristina.

Y aquí aparece el gran dilema. ¿Qué perjudica mas a la presidenta de la Nación? ¿Dejar abierta esa herida en forma permanente?. El caso Boudou todos los días la desangra un poco y corre peligro de que se produzca una gangrena y un día haya que cortar de cuajo, es decir, espulsar a Boudou del gobierno. ¿No sería mejor hacer la gran Dilma Rouseff y arrojar el lastre por la borda lo antes posible y terminar con el tema? Que Boudou se la arregle solo en la justicia, dicen algunos ministros.

Esa idea también tiene problemas: le darían un triunfo muy emblemático a la oposición, la señal hacia el resto de los funcionarios es que nadie los va a ayudar si meten la pata y además algunos tienen miedo de que Boudou prenda el ventilador y diga que el desembarco de su Armada Brancaleone en Ciccone no fue idea suya, que recibió órdenes de Néstor. Sería revulsivo hacia adentro del kirchnerismo. Lo cierto es que Cristina va a expropiar Ciccone.

El paraperiodismo K, como siempre, lo presenta como una épica revolucionaria, “Es para garantizar la soberanía monetaria”, dicen. ¿No será mucho envolver con la bandera esta mugre? Si Ciccone esta tan mal como para expropiarla, ¿Cómo es que estuvo tan bien para salvarla con una moratoria impositiva extrardinaria e inédita que es el sueño de todo empresario y que fue firmada y refrendada por Amado Boudou?

El mecanismo siempre es el mismo. Cuando las sospechas de corrupción son inocultables, se dinamita ese lugar. Se lo disuelve, se lo hace desaparecer, se lo saca de la lupa de la opinión pública con el secreto deseo de que pase para siempre a un segundo plano. Pasó con la Oncca, con el sistema de control de la tarjeta SUBE, se intentó hacer con el acuerdo para el dragado del río Uruguay, o con esa caja negra sin fondo que fue el APE. Es una manera drástica de borrar huellas y de ocultar pruebas. Se pretende hacer borrón y cuenta nueva. Decir: aquí no ha pasado nada y a otra cosa.

El autor intelectual de este operativo de salvataje fue Carlos Zannini. Los opositores se frotan las manos. Dicen que si hay que expropiar hay que quitarle la empresa a alguien. Pronto sabremos quienes son los misteriosos dueños que tienen e Alejandro Vandenbroele como hombre de paja. Hay mucho dinero sucio dando vuelta. Hay muchan manos en la misma lata. Tal vez llegó la hora de destapar la olla. ¿Encontrará Cristina la salida de esta trampa? ¿Lo protegerá para siempre a Boudou como una forma de protegerse a si misma o le soltará la mano, también como una forma de preservarse? Huir hacia delante es una vieja táctica de la política. Pero no siempre funciona.