105 victorias
Las Abuelas lograron su victoria número 105. Cada vez que las Abuelas de Plaza de Mayo recuperan la identidad de un nieto apropiado es un triunfo de la vida sobre la muerte.
Las Abuelas lograron su victoria número 105. Cada vez que las Abuelas de Plaza de Mayo recuperan la identidad de un nieto apropiado es un triunfo de la vida sobre la muerte. Un avance de toda la sociedad democrática que ilumina la oscuridad, que repara el daño tremendo ocasionado por el terrorismo de estado que utilizó como botín de guerra a los hijos de los desaparecidos. En este caso se trata de Laura que se llama igual que la hija asesinada de Estela Carlotto.
Laura es una médica de 34 años que ya tiene dos hijos. Su historia es conmovedora y está atravesada por el horror de haber nacido en cautiverio y por la confusa felicidad de haber recuperado a su familia biológica. Laura era tan chiquita que le decían “Lauchita”. Nació en la maternidad del Hospital Naval porque el genocida encargado de los partos en la tenebrosa Escuela de Mecánica de la Armada, estaba de vacaciones. La madre de Laura, Susana Leonor Siver tuvo algunos días para amamantar a su hijita, en pleno campo de concentración. Era un acto de amor en medio de esas catacumbas de la tortura.
Susana murió pensando que su esposo, Marcelo Carlos Reinhold había salido en libertad. No sabían del todo o no querían saber la monstruosidad del verdadero significado de la palabra “traslado”. En realidad Marcelo, el padre de Laura, la nieta recuperada número 105 nunca más apareció. Algunos dicen que fue una de las víctimas de los “Vuelos de la muerte”, como llamaban a ese aniquilamiento de la condición humana que fue arrojar detenidos vivos al mar.
Laura fue criada por un matrimonio civil que la inscribió ilegalmente y que le trató con afecto. Laura hace por lo menos cuatro años que estaba buscando su origen y su sangre porque estaba convencida de que era hija de desaparecidos. Pero no es fácil para nadie asumir un terremoto emocional de esta envergadura. Es una mezcla de sentimientos que se cruzan con ferocidad y que deben ser acompañados con amor y contención. Laura tiene que reconstruir la vida familiar que no tuvo hacia atrás y reformular la vida familiar con sus propias hijas hacia delante. Es como nacer de nuevo a los 34 años. Seguramente va a tener un futuro muy feliz pero mientras tanto está en medio de un huracán de sentimientos. Sintió la piel y la genética el día que se abrazó a su abuelita que está muy viejita y enferma.
Tuvo un toque de ironía cuando vio el cabello de su tía, la hermana de su madre: se tocó sus rulos, señaló los de ella y dijo: “Ahora entiendo todo”. Es que su rostro es muy similar al de su padre. Pero su cabello es idéntico al de su madre, rubio y ensortijado. Cada vez que las Abuelas se transforman en parteras y ayudan a un nacimiento como este, se consolidan en lo más alto de la historia ética de este país. Cada día y cada hora que pasan buscando, buceando entre la sangre y el barro de la historia para llevar esperanza a la superficie ratifican su estatura de lucha inclaudicable. Desde 1980, cuando recuperaron a los dos primeros nietas apropiadas, a Tatiana y otra Laura, se transformaron en una locomotora que nos lleva a una democracia con verdad, justicia, castigo, condena.
En ese sentido no hay nada que pueda frenar su ejemplo. Por eso nunca es bueno partidizar una exigencia que es ecuménica, que es de todos los argentinos menos de los golpistas y los corruptos. Mientras menos sectorial y segmentado sea el reclamo mas se extiende en toda la geografía humana de la patria. Todos tenemos que cuidar ese espacio como si fuera de cristal y mantenerlo al margen de las especulaciones y las mezquindades políticas.
Laura es la nieta recuperada número 105 pero además, es una desaparecida menos. Es un delito de lesa humanidad menos que se está cometiendo en el país. Algunos compañeros del campo de concentración contaron que la mama de Laura solía cantar “Canción para mi muerte”, de Charly García para darse ánimo.
Que hermoso va a ser el día en que Laura le cante a sus hijos que “Hubo un tiempo que fue hermoso, y fui libre de verdad/ guardaba todos mis sueños/ en castillos de cristal”. Ese día será completamente feliz y sabrá donde queda su destino.