Aire puro y democrático
La ley de glaciares se convirtió en una bocanada de aire puro en estos tiempos de cólera por los que está atravesando nuestra maltratada democracia. Esta vez las instituciones funcionaron a pleno. Con debates profundos y con argumentos contundentes tanto de los grupos ambientalistas como de los empresarios mineros.
La ley de glaciares se convirtió en una bocanada de aire puro en estos tiempos de cólera por los que está atravesando nuestra maltratada democracia. Esta vez las instituciones funcionaron a pleno. Con debates profundos y con argumentos contundentes tanto de los grupos ambientalistas como de los empresarios mineros. Nuestros representantes debían encontrar la mejor norma para evitar al máximo cualquier tipo de contaminación sin trabar el mundo productivo de la minería que genera riquezas y fuentes de trabajo en muchas provincias. El diálogo, la discusión sincera y apasionada pero respetuosa, la posibilidad de escuchar al otro fueron los mejores instrumentos para llegar a buen puerto.
Si hasta un diputado muy opositor a los Kirchner como Miguel Bonasso y un senador muy oficialista como Daniel Filmus pudieron ponerse de acuerdo y defender un proyecto común. Nadie acusará de traidor a ninguno de los dos. Por el contrario. La valoración de ambos crecerá producto de la madurez, racionalidad y capacidad de estudio del tema que demostraron. Todo fue mas difícil porque en el 2008 la presidenta Cristina Fernández había vetado en forma incomprensible una ley similar que había salido por unanimidad. Eso hizo todo mas cuesta arriba. Pero finalmente la vocación de encontrar soluciones compartidas sin agredir y sin apostar al todo o nada rindieron sus frutos. Hoy los argentinos tenemos una muy buena ley que además podría funcionar como metáfora de lo que debe ser el ejercicio democrático. Cuidar la salud de los habitantes pero también promover el trabajo y la inversión.
Es un buen espejo en el que podemos mirarnos. Con la potencia, la majestuosidad y la pureza de los glaciares. Se aprobó la norma más restrictiva y eso esta bien. Ante la duda lo primero es la salud, como dice la sabiduría popular. Solo se prohibe la actividad minera de alta montaña a cielo abierto en el 1% de nuestro bendito territorio nacional. Podemos estar tranquilos porque nuestros diputados y senadores defendieron las reservas estratégicas de agua para el consumo humano y para la agricultura. Eso tiene un valor incalculable. No tiene precio.
Esos glaciares, depósitos gigantescos de agua pura son una fortuna que nos regaló la naturaleza y que debemos cuidar como la mejor herencia para nuestros hijos. Los glaciares según la ley nos pertenecen a todos. Son patrimonio nacional. Ahora nuestros glaciares quedan protegidos. Eso habla bien del Parlamento que tantas veces hemos criticado.. Según las Naciones Unidas, el derecho a tener agua es un derecho humano. Hubo poderosos intereses en juego y cada legislador lo pudo comprobar en carne propia porque recibió presiones de todo tipo. Pero esta vez las instituciones pudieron mas. Funcionaron todos los mecanismos y el pueblo se expresó en el recinto. Esta democracia que fabricó esta ley nos produce orgullo. Queda como una bandera limpia de toda contaminación. Como dice la chamarrita: es clara como el agua clara.
Filmus, Bonasso, glaciares