Armas contra la cuarentena
El ingreso de manifestantes con armas en el Capitolio de Michigan para exigir que se levante la cuarentena refleja las diferencias de la gobernadora demócrata con Trump
Cuando cada Estado norteamericano impuso la cuarentena, la venta de armas se disparó en todo el país. En algunos se duplicó en marzo respecto de febrero. En otros, como Michigan, se triplicó a pesar de ser uno de los más afligidos. Los sheriffs de varios condados se rebelaron contra las órdenes de confinamiento dictadas el 10 de marzo por la gobernadora, Gretchen Whitmer. Un colectivo, American Patriot Rally, rodeó el Capitolio con cientos de vehículos el 15 de abril. Era el comienzo de la Operación Atasco, rubricada dos semanas después con el ingreso con armas largas en el hemiciclo.
Los legisladores debatían la extensión de las restricciones a pedido de la gobernadora Whitmer, demócrata, y a contramano del deseo de Donald Trump de levantarlas. Lansing, la capital de Michigan, el Estado que alberga a la cuna del automóvil, Detroit, la ciudad que ha declarado la mayor quiebra municipal de la historia, pasó a ser un nuevo campo de batalla. El de las presidenciales del 3 de noviembre, en las cuales Trump pretende ser reelegido. En Michigan, Trump se impuso en 2016 por una diferencia ínfima a Hillary Clinton: 0,25 por ciento. Fue el primer candidato republicano bendecido por los votos desde 1988.
En febrero, los demócratas designaron a Whitmer, potencial compañera de fórmula del candidato presidencial Joe Biden, para refutar el discurso del Estado de la Unión. Se trata del recuento más importante del año de hechos y proyectos que desmigaja el presidente frente a ambas cámaras del Congreso. Whitmer rebatió punto por punto las afirmaciones de Trump, así como en los meses posteriores la liviandad en el manejo de la pandemia. Trump habla en forma despectiva de “esa mujer de Michigan”, sin mencionar su nombre y apellido, y exige que “liberen a Michigan” y otros Estados, como si hubieran sido invadidos por una potencia extranjera.
La efervescencia política hizo entrar en acción a los varones blancos enojados de American Patriot Rally, cuyo brazo estatal, Michigan United for Liberty (MUFL), organizó el 7 de abril la primera protesta contra el distanciamiento social. Facebook, según Mark Zuckerberg, eliminó sus convocatorias por considerarlas “información errónea y dañina”. Otro grupo, Michigan Conservative Coalition, insistió en reaccionar contra las medidas dispuestas por Whitmer. En todos los casos primó el lema de campaña de Trump: "Make America Great Again (Hagamos que Estados Unidos sea grande otra vez)”.
Así como en coincidencia con el coronavirus aumentó la venta de armas en Estados Unidos, también repuntó un fenómeno. El de la supremacía blanca. El que llevó a un racista a embestir con su coche a una multitud que pedía retirar la estatua del general esclavista Robert Lee en Charlottesville, Virginia, el 12 de agosto de 2017. No hubo una condena explícita de Trump. Culpó a ambas partes mientras, dentro de la Casa Blanca, primaba la figura del jefe de estrategia, Steve Bannon, cerebro de Alt-Right, la ultraderecha nacionalista. Un manipulador, despedido días después, que siguió prestando servicios de asesoramiento en Europa y Brasil. Una joya for export.
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