Hace dos meses, exactamente el 12 de mayo a esta hora empecé esta columna de opinión de la siguiente manera:
“Cambio, cambio, referí. Sale Hugo Moyano y entra Gerardo Martínez. Algunos ministros dicen que este es el sueño de Cristina Fernández de Kirchner. Que ya no se banca más al jefe de la CGT porque le resulta inmanejable. Hace tiempo que Cristina dice una cosa y Moyano hace otra o le contesta personalmente o le manda a decir. Cristina está convencida que el camionero tiene demasiado poder y que eso es peligroso para el modelo y para su propio futuro político”.

Ese día también informé que la tarde anterior, Cristina se había reunido en su despacho con Gerardo Martínez y, como siempre, lo llenó de elogios: “Lo viene haciendo hace tiempo. Siempre menciona esos cascos amarillos de los albañiles que tanto trabajo han recuperado con la obra pública que impulsa el gobierno. El ministro Carlos Tomada también habló maravillas del titular de la Unión Obrera de la Construcción.

Funciona como el mejor alumno. El niñito Gerardo es el preferido de la presidenta y también de los empresarios. Es prolijito, obediente y siempre está dispuesto a privilegiar sus relaciones políticas y comerciales con el poder para dejar a sus compañeros trabajadores en un segundo plano. Gerardo es uno de esos sindicalistas que vive, viste y piensa como empresario. Fue uno de los puntales del menemismo y siempre tuvo la sagacidad, la rapidez para los mandados, de participar en las AFJP, ART y ahora en la televisión oficialista del kirchnerismo. ¿Ya vio UOCRA TV? Donde hay un negocio siempre está presente Gerardo.
 
Tiene buenos modales para sentarse a la mesa de los poderosos. Pero en varias oportunidades sus muchachos se enfrentaron a los cadenazos y trompadas con los chicos malos del moyanismo. La pelea entre albañiles y camioneros es un clásico del gremialismo que varias veces se definió a balazos, con tiros desde los doce pasos. A Gerardo le gustan los viajes internacionales, las vacaciones en lugares sofisticados y los trajes italianos. Habría que estudiar el patrimonio de Gerardo. ¿Cómo es que hizo una fortuna que le permite vivir como millonario mientras los albañiles viven humildemente? Son gordos, burócratas, jerarcas sindicales que poco y nada tienen que ver con los que mas necesitan.

En junio del 2000, Telenoche Investiga descubrió una organización mafiosa en el sindicato que recibía coimas de los empresarios a cambio de mirar para otro lado y no controlar las medidas de seguridad para cuidar a los albañiles que se morían como moscas en las obras en construcción. En 1999 murieron 160 obreros por falta de cumplimiento de las normas. Recuerdo la cara de piedra y cemento que ponía Gerardo Martinez cuando aparecía implicado Juan Ladina, su mano derecha y las balas picaban cerca. Gerardo se ofrece como la cara racional y perfumada del gremialismo.

Ofrece domesticar a los trabajadores y ponerlos en caja para manejar la caja. Subordinar al movimiento obrero a este gobierno y a estos empresarios. Quiere ser la contracara de Moyano. Quiere ser una garantía para Cristina.”. A esta columna me queda agregarle solamente un par de datos de actualidad. En este programa se anticipó que, como si todo esto fuera poco, Gerardo era también un servicio de inteligencia del ejército de la peor calaña porque militaba en el Batallón 601 que fue uno de los centros estratégicos y operativos del terrorismo de estado.

Es grave también lo que denunciaron los organismos de derechos humanos: dicen que se infiltró en un gremio que enseguida tuvo 102 detenidos desaparecidos. El gobierno nacional y el propio Martínez se mantienen en un silencio sospechoso. Dicen que el que calla, otorga. Ahora que Fito puso de moda la palabra asco, reconozco que me parece comprensible tener asco por los corruptos y los golpistas. Por los que estafan a los trabajadores y por los que colaboraron con los genocidas. Como Gerardo.