Ausentes con aviso
Sólo la mitad de los niños refugiados, entre los cuales muchos viajan solos, cursa la enseñanza primaria y apenas un 25 por ciento asiste a la secundaria
En Londres comienza el tortuoso derrotero de Lily, una niña británica de once años de edad que huye de la guerra. De una guerra ficticia. Va hacia Alemania, donde buscará asilo en un campo de refugiados. Debe cruzar el continente a pie, en barco, en autobús y en tren. En el tortuoso trayecto, plagado de bombas y disparos, se cruza con hombres armados y depredadores sexuales. El video de la organización no gubernamental Save the Children refleja el drama de los refugiados de Siria y de otros países al revés. El mensaje: ¿qué haríamos si nos pasara a nosotros? Es una forma de ponerse en los zapatos del otro, de entenderlo.
Desde 2014 murieron 10.000 personas en el vano intento de cruzar el Mediterráneo. Entre octubre de 2015 y febrero de 2016, al menos 340 niños perecieron ahogados, dice el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Muchos viajaban solos, como Lily. En 2015, 96.000 menores arribaron sin compañía a Europa, según el Pew Research Center. En Alemania, 5.835 refugiados menores de edad, entre ellos 555 niños, se encuentran en paradero desconocido. La mayoría proviene de Afganistán, Siria, Eritrea, Marruecos y Argelia. Habían desaparecido en total 8.006, de los cuales hallaron a 2.171.
En Grecia, los menores refugiados permanecen en promedio un año y medio fuera del colegio, estima Save the Children. Tanto en ese país como en otros de acogida, sólo la mitad de los niños cursa la enseñanza primaria y, entre los adolescentes, apenas un 25 por ciento concurre a la secundaria, enumera el documento Basta de excusas, publicado por la Unesco y el Acnur. Lo prepararon para la Cumbre Humanitaria Mundial, realizada a finales de mayo en Estambul. La cumbre terminó. Nada cambió.
“La Unión Europea trata a las personas que piden asilo como si fueran objetos y las devuelve a Turquía con el argumento de que es un país seguro para los refugiados”, señala Amnistía Internacional. Las personas que piden asilo en ese país, agrega, “pueden esperar años hasta que se estudien sus casos”. En ese lapso “reciben poca o ninguna ayuda para encontrar alojamiento y sustento, por lo que hay incluso niños de tan sólo nueve años trabajando para mantener a sus familias”. Médicos sin Fronteras, a su vez, critica “la vergonzosa decisión de la UE de cerrar sus puertas a los refugiados sirios” porque “supone una abdicación de su responsabilidad de asistencia” y “desalienta a Turquía para recibir a nuevos refugiados”.
La educación protege a los menores del trabajo forzoso, del tráfico, de la adopción ilegal, del matrimonio infantil y de la explotación sexual. Algunos gobiernos parecen no entenderlo. En Siria, la Unicef verificó durante 2015 no menos de 1.500 violaciones de menores, incluidos el asesinato, la mutilación, el secuestro y el reclutamiento. En ese punto, el reclutamiento, constataron casos de niños de siete años de edad.
En Kenia, Pakistán y Bangladesh, menos del cinco por ciento de los adolescentes de 12 a 17 años de edad terminan el colegio secundario. La tasa de matriculación de la primera infancia también es muy limitada. En Nigeria, los niños de 19 de los 42 campamentos de desplazados, creados por los ataques perpetrados por Boko Haram, no recibían a mediados de 2015 ningún tipo de instrucción.
Más de la mitad de los 60 millones de desplazados que existen en el mundo son menores de 18 años de edad. La mayoría no va a clases. En un país en guerra como Yemen, la tercera parte de los niños desplazados en la provincia de Lahij están matriculados. En Irak, el 32 por ciento de los niños y adolescentes desplazados concurre a un establecimiento educativo. Mientras se intensifica el fuego entre los militares y el Daesh (Estado Islámico), casi 20.000 niños se encuentran entre los civiles atrapados en la ciudad de Fallujah, denunció la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Las niñas, de por sí marginadas como la pequeña Lily, llevan la peor parte. En los campamentos de Kakuma, Kenia, el 38 por ciento de los alumnos de la primaria eran niñas en 2015. En Pakistán, donde el matrimonio infantil y los embarazos de adolescentes involucran a menudo a niñas desplazadas, la tasa de abandono escolar ronda el 90 por ciento. En las zonas urbanas de Afganistán, apenas el uno por ciento de las mujeres desplazadas están alfabetizadas frente al 20 por ciento de los varones. La falta de educación afecta al 81 por ciento de las adolescentes de Irak de entre 15 y 17 años y al 69 por ciento de los varones.
¿Qué haríamos si nos pasara a nosotros, como propone Lily?
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