Decir que 50 personas que violaron la ley con su bloqueo recortaron los derechos de 3 millones de personas es una cuenta falsa. Se calcula que 3 personas pueden leer el millón de ejemplares aproximado que tiran entre Clarín y La Nación. Pero el número no da una idea acabada de la masividad de los afectados.

Porque se trata de todo el pueblo argentino. Cuando se profana la libertad de prensa se vulnera la obligación que tenemos todos los periodista de informar y el derecho de todos los ciudadanos de informarse. A esta altura la oposición política y el periodismo oficialista deberían generar hechos concretos que le pongan un freno al avance de la intolerancia. Los partidos con alguna acción parlamentaria colectiva que borre las diferentes camisetas. Y los periodistas que militan en el kirchnerismo , si es verdad que aman a nuestra profesión y creen en la libertad, deberían reclamar el final de los aprietes y las presiones. Que cada uno lea, vea y escuche lo que quiera y que el ciudadano saque sus propias conclusiones.

Los ataques que Página 12 recibió en las épocas del menemismo fueron repudiados por la inmensa mayoría del periodismo y los medios. Sería igualmente despreciable que algún piquete impidiera la salida de Tiempo Argentino, por ejemplo. No podemos renunciar a vivir en un país con democracia completa. Nunca se puede mirar la realidad con un solo ojo. Y mucho menos ahora.

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner fue la principal responsable y, simultáneamente puede ser la principal perjudicada de la mayor violación a la libertad de prensa ocurrida desde 1983. Es responsable porque no quiso o no pudo evitar el brutal atropello de que, por primera vez, hayan bloqueado la salida de Clarín y estuvieran a punto de lograr lo mismo con La Nación, los dos diarios de mayor circulación del país.
 
Puede ser la principal perjudicada porque todo indica que la única oposición que en estos momentos puede cerrar su camino hacia una casi segura reelección es la que ejercen las torpezas de sus propios talibanes. Es responsable porque no dijo una palabra ni emitió un comunicado para repudiar el acontecimiento que ya estaba dando vueltas al mundo con títulos catástrofe. El ministro Florencio Randazzo minimizó el hecho y lo calificó como un mero conflicto sindical. Hoy Jorge Lanata pidió que por lo menos no se burlen de nuestra inteligencia. Que si tiene pico de pato, alas de pato y cuerpo de pato y hace cuac, que por lo menos no nos digan que es un hipopótamo.

Cristina puede ser principal perjudicada porque hasta las encuestas que no encarga su gobierno aseguran que encabeza con amplitud la intención de voto y que parte de su crecimiento se lo debe al vigoroso consumo y también a cierta moderación en su discurso agresivo de las últimas semanas. Es responsable porque así como evitó el despropósito del intento de censurar a Mario Vargas Llosa en la inauguración de la Ferial del Libro podría haber frenado en dos segundos el ataque a los diarios.

En aquella oportunidad tuvo cintura rápida e inteligencia para comprender la dimensión del daño que se hubiera autoinflingido. Lo que ocurrió ayer tiene una gravedad republicana infinitamente mayor y la repercusión internacional será multiplicada por mil de lo que hubiera sido el papelón Vargas Llosa. Ni a los más autoritarios les causa gracia que se impida la salida de un diario. No importa las discrepancias que uno tenga con ese matutino o con la empresa que lo edita o con el gobierno nacional. Todos, absolutamente todos, tienen el derecho a expresarse.
 
Y garantizar ese derecho es responsabilidad de las máximas autoridades. Suena descalificador que la ministra Nilda Garré no le haya ordenado a la Policía Federal que cumpla con una orden de un juez para que se evite la violación de la ley. Suena patético que la ley sea interpretada según la conveniencia del poder político. Es una especie de mutilación de una de los principales pilares democráticos: la división de poderes. Cristina debe darnos certezas de que es la presidenta de todos y no solamente del ala más salvaje y autoritaria de su facción partidaria.