Buenas y malas para Cristina
Nadie advirtió todavía que las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) se han transformado en una elección de extraordinaria importancia para que la sociedad vislumbre quién le puede hacer mas fuerza al oficialismo.
Nadie advirtió todavía que las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) se han transformado en una elección de extraordinaria importancia para que la sociedad vislumbre quién le puede hacer mas fuerza al oficialismo.
Nadie analizó con la suficiente profundidad esos comicios que, tal como vienen, anticipan virtualmente la primera vuelta y convierten al 23 de octubre en una segunda vuelta de hecho. Utilizaré el trazo grueso y ejemplos lo más parecidos a la realidad para que se entienda con claridad porque sostengo que el 14 de agosto se realizará en la Argentina la mayor y más creíble encuesta de la historia: conoceremos la opinión certera de cerca de 30 millones de argentinos que están en condiciones de votar.
Ese día cada ciudadano irá a votar a la fórmula presidencial que esté más cerca de su corazoncito. No habrá competencia intrapartidaria. Ese mecanismo de selección interna ya decantó naturalmente en estas últimas semanas y habrá un solo binomio por cada agrupación. Es el síntoma mas claro de la fragilidad de la democracia de partidos que fue reemplazada por la de candidatos. Pero es lo que hay.
Supongamos que las encuestas mas creíbles aciertan y Cristina consigue el 42% de los votos. Y que Ricardo Alfonsín cosecha el 23%; que entre Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saa sumen parte de lo que dejó vacante Mauricio Macri y trepen al 15% entre ambos y Elisa Carrió merodee el 10%. Salvo que haya una hecatombe y cambie todo el tablero no hay otros candidatos que puedan aspirar con facilidad al 5%. Incluso algunos corren el riesgo de no llegar a los 400 mil votos, requisito indispensable para participar en las elecciones del 23 de octubre.
Con este escenario que se apoya en los guarismos que hoy están dando las consultoras, esa misma noche, se va producir un cambio de estrategias en muchos competidores pero fundamentalmente en los ciudadanos. Alguno se bajará de sus aspiraciones y le pedirán a sus simpatizantes que voten por el opositor mejor posicionado. Pero la inmensa mayoría de los que no apoyan que Cristina siga gobernando por 4 años mas van a querer dar utilidad a su voto y por eso, el 23 de octubre se producirá el milagro de que la primera vuelta se convertirá en segunda. Habrá una máxima polarización.
Será una especie de plebiscito sobre la continuidad o no de la presidenta y su proyecto. Por eso, aunque hoy está ganando con tanta amplitud, el kirchnerismo sigue intentando sumar hasta el último voto posible. Eso explica que su segura candidata se muestre moderada, dialoguista, con señales a la clase media, a los jubilados y al campo que se van a intensificar en los próximos días. Pese a lo abultado de la diferencia con Alfonsín, el oficialismo no está en condiciones de despreciar ni un solo voto.
Esa acción del gobierno va a producir una reacción de igual envergadura pero de distinto signo. Por descarte y con el pragmático criterio del mal menor, casi obliga a que el ciudadano antikirchnerista se encolumne detrás del que salga segundo el 14 de agosto. En la práctica y en las urnas se sellará una unidad que los acuerdos de cúpula y el imán de los candidatos no lograron hacer. Ricardo Alfonsín, por el despliegue territorial del radicalismo parece ser el beneficiado principal con todo esto. Se acerca bastante a lo que el definió como el sueño del pibe: ser el único candidato contra Cristina.
La excelente noticia para Cristina es que tiene una intención de votos superior al 42%. La mala nueva para la presidenta es que le cuesta romper ese techo y que la curva dejó de ser ascendente y empezó a girar en círculos.
Hay un núcleo duro, impenetrable, que en muchos casos no sabe a quien votar pero sabe perfectamente a quién no votar: a Cristina. Estos datos la ponen a las puertas de la reelección pero, al mismo tiempo, le ofrecen a la oposición la gran oportunidad de encontrar el mejor candidato para dar una pelea digna que no sea una paliza.
Alfonsín sueña que Cristina no supere el 45% y que no le saque 10 puntos porcentuales de diferencia. Imagina este resultado: Cristina 44, Alfonsín 35. No es disparatado pensar en esas cifras pero tampoco es seguro. Un empujoncito más y la presidenta seguirá gobernando por otro período. Un empujoncito menos y habrá segunda vuelta. Y ya se sabe que a las segundas vueltas las carga el diablo.