Ante la muerte, primero corresponde expresar respeto y enviar las condolencias a todos sus seres queridos y a todos los seres que lo querían. Después el análisis político.

Un par de datos que vale la pena recordar: Hugo Chávez se ganó en las urnas, en forma legal y legítima, la posibilidad de completar 20 años en el poder. El destino en formato de cáncer lo impidió. Casi 8 millones de venezolanos lo habían reelegido en comicios transparentes.


Henrique Capriles, su rival, que también hizo una elección extraordinaria con casi 6.500.000 votos, reconoció en su momento que “lo que el pueblo dice es sagrado”. Chávez, desde la tribuna del festejo, le dedicó el triunfo a quien considera cada día mas socia de su proyecto bolivariano, Cristina Fernández que ya está en Venezuela con toda su tristeza encima. Chávez puso en un mismo altar a “Perón, San Martín, el Che y Néstor Kirchner” y habló de diseminar su victoria por toda América Latina.


Ese resultado consolidó una fractura social, casi por mitades, que en Venezuela contiene uno odio casi irreconciliable que suele expresarse en términos religiosos. Para los más humildes que siempre tienen la justicia social como principal objetivo, Chávez es un ángel protector y benefactor y, para las clases medias y altas que priorizan las libertades públicas y la calidad institucional, el comandante es poco menos que el Diablo. Y como suele pasar, cada uno tiene una parte de la verdad.

Antes de Chávez, la socialdemocracia y el socialcristianismo, eran partidos formales, atravesados por altos niveles de corrupción que poco y nada se acordaban de los pobres. Eso produjo grandes crisis que tuvieron a Chávez primero como golpista y luego como víctima de un golpe. Pero desde que llegó al poder dedicó toda su atención hacia los que menos tienen. Y en los barrios más marginales hoy hay agua potable, escuelas, hospitales y la pobreza bajó del 60% a la mitad.


Es cierto que todo lo hizo apoyado en el milagro que significa la multimillonaria renta petrolera que es como la soja para la economía argentina. Pero lo hizo. Nadie puede negar esto si quiere entender que es lo que pasa y puede pasar en Venezuela. El propio Capriles en todo momento reconoció que el mérito de Chávez había sido darle ciudadanía a millones de excluidos y que esas medidas se iban a mantener y mejorar si fuese posible.
 
La otra mitad de la sociedad también tiene razón cuando condena el autoritarismo clientelar que copó casi todo el estado, el ataque feroz a los medios de comunicación, la alianza estratégica con Irán y la falta de políticas para atender la inseguridad creciente y la inflación descontrolada.


El mayor mérito de Hugo Chávez fue haberse puesto al frente de los más necesitados y crear una mística revolucionaria que se potenció a la hora de enfrentar al cáncer.


El mayor peligro para Hugo Chávez es que Capriles unificó a la oposición detrás de su 45% y que es un líder joven con capacidad de gobierno y que en estas horas de duelo llamó a la unidad nacional y cerrar las viejas heridas ante la muerte del líder bolivariano.
En las elecciones anteriores, Chávez había sacado 26 puntos porcentuales de diferencia a su rival, Manuel Rosales. Esta vez fueron solamente diez puntos.


Chávez no es santo de mi devoción. Pero reconozco que le dio derechos a millones de venezolanos que sobremorían en las villas miserias y eso es muy valioso. Pero creo que eso también se puede hacer respetando el pluralismo y la disidencia. Es muy viejo ese debate.


Humildemente, me permito soñar con dirigentes políticos que puedan entender que el pan y el trabajo y la paz y la libertad son dos caras de una misma moneda. No creo que estemos obligados a elegir solo una de esas posibilidades. Una no debe excluir a la otra. A esta altura de la humanidad y del desarrollo creo que una sociedad más justa debe ser cada vez más inclusiva y cada vez más diversa. Más igualdad y más república. ¿Es tan difícil construir eso? Finalmente debo confesar que creo más en los partidos políticos y en las conducciones colectivas que en los hombres providenciales o en los caudillos populistas y autoritarios.

Llega a tanto el culto a la personalidad que no pueden reconocer que murió de cáncer como cualquier ser humano.


La épica tiene la obligación de convertirlo en un revolucionario que murió en combate contra una enfermedad que le inoculó la CIA, el imperialismo norteamericano y la derecha corrupta venezolana. Temo que elevar a los hombres a la categoría de dioses perfectos es simplemente una ilusión y tiene mas que ver con la fe que con la política. Murió Chávez y empieza una nueva etapa en América Latina llena de acechanzas y también, llena de esperanzas.