Ojalá me equivoque. Ojalá me equivoque pero todos los indicios que dispongo y la metodología de Cristina me llevan a encender una luz de alerta por el intento de chavizar a las Fuerzas Armadas. ¿Qué significa esto? Que todas las decisiones de los últimos tiempos en el área de Defensa apuntaron a fortalecer, multiplicar y colocar en la conducción al grupo de militares que tienen puesta la camiseta de los Kirchner. ¿Se entiende? Cristina quiere lograr que las Fuerzas Armadas jueguen el mismo rol cuasi partidario que les dio Hugo Chávez en Venezuela. El primer paso muy positivo fue extirpar de las filas a los nostálgicos del terrorismo de estado.
 
Correcto, esa es una forma de sembrar democracia. Pero después la cosa se fue manchando cuando empezó la discriminación por portación de apellido a la hora de los ascensos. Y finalmente, todo el mecanismo que debe privilegiar los méritos profesionales, se dejó de lado para dar paso al amiguismo que colocó en los lugares de poder y privilegio a los jefes que manifestaron su adhesión al proyecto kirchnerista. Eso es grave. Responde a la misma concepción de hostigar primero, dividir después y finalmente intentar cooptar a la justicia, a los medios, al movimiento obrero, a los empresarios, a todo.
 
En este caso es mucho mas peligroso porque estamos hablando del brazo armado de la Nación y porque cada vez que los militares cruzaron ese límite el país lo pagó con dictaduras sanguinarias y la democracia fue la primera víctima. Uno de los logros de estos 30 años de recuperación institucional es que ni el periodismo ni los ciudadanos nos acordamos de los apellidos de los jefes militares. Quedaron reducidos a cumplir con sus tareas específicas, bien lejos del poder político. Ahora, últimamente, y gracias a esta década, en los debates aparece con fuerza el nombre del general César Milani. Su militancia peronista y la de toda su familia, su admiración por Chávez, su tarea secreta en el campo de la inteligencia en colaboración con los espías civiles y su relación estrecha tanto con la ex ministra Nilda Garré como con su asesor, Horacio Verbitsky potencian la sospecha de quienes están preocupados. Ayer en su discurso, el general Milani dijo que quiere “una fuerza que acompañe el proyecto nacional”.

Las Fuerzas Armadas en general y el Ejército en particular deben integrarse definitivamente a la democracia republicana. Para que se cumpla el deseo ciudadano y patriótico de no tener nunca mas a militares fuera de los cuarteles. Y para que cumplan su rol en la defensa estratégica y territorial, en la investigación tecnológica y en la producción. También es positivo que coparticipen de las tareas solidarias y logísticas en casos de emergencia tal como ocurrió con las terribles inundaciones en La Plata. Pero hay que ser sumamente cuidadosos y custodiar al máximo su independencia partidaria.

Que marchen codo a codo en sus actividades con jóvenes identificados con pecheras de La Cámpora enrarece el clima. Meter banderas y pancartas partidarias traslada a las Fuerzas Armadas las mismas divisiones y los mismos odios que hoy sembró el gobierno en la sociedad civil. Partido, su mismo nombre lo indica, es una parte, una facción por mas numerosa que sea. No es el todo. Por eso es tan peligroso cristinizar o chavizar a los militares. Hay que denunciar tempranamente esto para evitarlo. Hay que controlar que todos los movimientos tengan un respaldo de autoridades capacitadas en la excelencia de la gestión y con un criterio pluralista en su mirada ideológica.

Ayer la presidenta puso en funciones a los nuevos jefes y les pidió, como corresponde, subordinación y valor para defender a la patria. La patria somos todos, un país, una bandera, un pueblo. La patria somos todos los herederos de San Martín y Belgrano y no solamente lo que ven a Hugo Chávez como el nuevo Bolívar. O al general César Milani como el Chávez argentino. Hay que evitar que la política partidaria entre por la puerta de los cuartes porque la libertad suele escaparse por la ventana. Subordinación y valor para defender esta patria justa, libre y soberana. Una patria que esté tan lejos de los autoritarismos como de la injusticia social. Una patria de todos.