Ciencia y futuro
Está claro que soy muy crítico del kirchnerismo. Sobre todo de su impronta autoritaria y de la tendencia hacia el cristinato. Pero eso no significa que no pueda reconocer y elogiar sin medias tintas algunos aspectos positivos del gobierno nacional.
Está claro que soy muy crítico del kirchnerismo. Sobre todo de su impronta autoritaria y de la tendencia hacia el cristinato. Pero eso no significa que no pueda reconocer y elogiar sin medias tintas algunos aspectos positivos del gobierno nacional. Hablo de la Asignación para hijos de desocupados y trabajadores en negro, por ejemplo.
Es cierto que fue una idea de Elisa Carrió y de Claudio Lozano. Pero Cristina aunque se opuso al principio, después la implementó. Es verdad que se podría hacer mas transparente, menos clientelar, más universal y buscar fuentes de financiamiento más genuinas. Pero allí está, poniendo contención a los argentinos más excluidos y más vulnerables. Siempre elogié la nueva Corte Suprema de Justicia.
La mas independiente y con mayor excelencia académica desde el regreso de la democracia. Insólitamente, ahora parece que la Corte le molesta al gobierno pese a que fue un gran logro de Néstor Kirchner. Es que el gobierno quiere una justicia domesticada y eso es imposible con esta Corte. Es uno de los pocos límites que tiene el gobierno en su política de ir por todo. Una corte digna. Pero hay algo mas que tengo que saludar sin eufemismo alguno.
Creo que Lino Barañao, le dio a la ciencia argentina uno de los lugares más importantes de su historia. Mas presupuesto, estrategias inteligentes, pluralismo técnico y nada de confrontación partidista, son algunos de sus méritos. Hay que destacarlo. Y no solo por su capacidad intelectual y por su eficiencia de funcionario. El reconocimiento, también es para Cristina que en este plano como en todos, tiene injerencia directa. Estoy hablando en general de toda la actuación de Barañao y también de algunas cuestiones coyunturales. Ayer la presidenta presentó un plan para duplicar en siete años la cantidad de científicos. Una idea brillante que merece el apoyo de todos los partidos políticos. Debería ser una agenda de estado que trascienda el 2015. Eso es música para los oídos de la patria. Todas son buenas noticias. El aumento del presupuesto para poder invertir más en investigación, más vinculación y articulación con las empresas, universidades y las provincias.
Como dijo Barañao en su discurso: es el motor de la prosperidad para todos. La sola creación del ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva fue un acierto. Designarlo a Barañao, también. Tienen conocimientos profundos y casi no muestra prejuicios ni ánimos de confrontar con nadie. Prefiere construir y convocar a todos los científicos que quieran regresar del exterior. Esa materia gris repatriada es la mejor estrategia que podemos tener como país.
Mentes brillantes formadas en estas tierras que puedan volcar sus saberes en estas tierras. Se va a poner el foco en los sectores estratégicos como la agroindustria, el medio ambiente y el desarrollo sustentable y la energía, entre otros. Barañao es un militante de la ciencia y el progreso y la camiseta partidaria no le impone prejuicios ideológicos. No tuvo empacho en elogiar la siembra directa y la revolución tecnológica que convirtió a la agricultura argentina en la más competitiva del mundo. Y se atrevió a comentarle esos conceptos a la propia Cristina, cosa que muchos ministros no se animan.
Hay muchos aspectos para elogiar de esta parte del gobierno de Cristina. Pero lo sobresaliente, lo deslumbrante hay que buscarlo en el imponente Instituto Max Planck, un centro único en América Latina que ya funciona en el Polo Científico de Palermo. Se lo defino con dos palabras: Primer mundo. O con una: excelencia. Hay 1.200 metros cuadrados de laboratorios con equipamiento de última generación. Los jefes de equipo rindieron examen y tuvieron que poner toda su capacidad. Nada de amiguismos ni de favoritismos partidarios. Meritocracia. Los mejores, como debe ser. Ahí donde había ratas y yuyos, en donde supo vivir la bodega Giol, hoy se ha levantado un templo del progreso. Una catedral del conocimiento al servicio de todos los argentinos. Eso es una asamblea permanente de neuronas que provocan envidia y deberían servir como ejemplo para nuestros jóvenes.
Todos profesionales cargados de experiencia y capacitación en las mejores universidades y centros científicos del mundo. Allí se combaten asesinos degenerativos como el cáncer, el mal de Alzheimer o el Parkinson. Allí se construye un futuro sin mezquindades y con la inteligencia celeste y blanca. Vale la pena celebrarlo. Y no olvidarlo jamás. Nobleza obliga.