El mundial de Sudáfrica aparece como difuso en el tiempo, se nos presenta como una imagen imprecisa y sin embargo, se están cumpliendo apenas un puñado de semanas de la final entre españoles y holandeses.

En realidad algo más para los argentinos que se desconectaron de esa competencia en el atardecer del sábado 3 de julio cuando Alemania apabullara al seleccionado de Diego con un 4 a 0 que perdurará en la memoria colectiva encriptado y dando vueltas como un coágulo por el sistema emocional de la patria futbolera.

Las semanas que siguieron a esa nueva decepción, tuvieron un impacto mediático inusitado como consecuencia de las repercusiones de una derrota mortificante y por la relevancia que un hombre como Maradona generalmente vinculado a las emociones extremas y a la demanda de su histrionismo, desata.

Los rumores de una ingerencia oficial en un sentido y en otro, primero en una presunta bendición para la continuidad y luego con una indiferencia lapidaria, aderezaron la trama y hasta el propio Grondona, se atrevió a calificar al momento como de “conventillo” y dejar una vez más desamparado a un entrenador sin mensurar, que en éste caso, se trataba del máximo ídolo en la historia de la redonda.

Los ambages que rodearon el proceso de sucesión también son historia, dicho esto con resignación en virtud que, casi nada nos ha dejado como enseñanza, esos días en el cono sur de África donde el sistema le recordó al fútbol de éste país, que sin organización ni previsión, las puertas de los grandes logros están blindadas.

Por ello y antes de introducirnos en lo que será la gestación de una etapa nueva y sin que se puedan distinguir los progenitores, quienes fuimos críticos y exigentes desde el primer capítulo de la gestión de Diego, no aconsejamos el rápido archivo de lo sucedido como para no darle lugar a ese ritmo frenético de los episodios que parece proponernos dar vuelta la página sin chances de revisión alguna.

Después de la tormenta y sin que los nubarrones se hayan despejado, el fútbol de éste país, le da continuidad a las improvisaciones y busca en manos de Sergio Batista algo de resuello en un interinato que solo prorroga la incertidumbre.

En estas instancias no cuentan los buenos augurios, porque, desde ya que deseamos que las cosas funcionen y se adecente el panorama actual para permitirnos debatir sistemas, contenidos y ejecutantes; solo así, saldremos de la trama grotesca e improductiva que marca la agenda de calle Viamonte y del predio de Ezeiza.

No alcanzara y está a la vista del mundo del fútbol, con la impronta de jugadores que desequilibran en las principales ligas, hay que juntarlos, motivarlos y respetarlos desde lo conceptos que se trasmitan.

Es indispensable volver a hablar de fútbol, no para proponerle un velo a los aciagos días que siguieron luego de la eliminación mundialista, sino para poner de pie al futbol argentino y potenciar un material jugoso con el que cuenta por ahora un entrenador que está de paso. ¿Está de paso…?


Néstor Clivati
Competencia