Contra las dictaduras
Vamos a decir un par de verdades de Perogrullo. Trazos gruesos para que no queden dudas. Mario Vargas Llosa no es Carlos Menem: en toda su vida, nadie lo acusó en su vida de corrupto. Mario Vargas Llosa no es Alvaro Alsogaray ni José Alfredo Martínez de Hoz: nunca fue funcionario de ninguna dictadura. Mario Vargas Llosa no es Jorge Videla ni Augusto Pinochet: siempre combatió a los terroristas de estado.
Vamos a decir un par de verdades de Perogrullo. Trazos gruesos para que no queden dudas. Mario Vargas Llosa no es Carlos Menem: en toda su vida, nadie lo acusó en su vida de corrupto. Mario Vargas Llosa no es Alvaro Alsogaray ni José Alfredo Martínez de Hoz: nunca fue funcionario de ninguna dictadura. Mario Vargas Llosa no es Jorge Videla ni Augusto Pinochet: siempre combatió a los terroristas de estado.
Sin embargo en la Argentina, hay un gigantesco malentendido, obscenidad le llamó Vargas Llosa: todos ellos son caratulados ideológicamente como liberales. El premio Nóbel ayer lo explicó con maestría ante una certera pregunta de Jorge Fernández Díaz. El escritor ironizó diciendo que hay tantos tipos de liberales como de trotskistas y rogó que ninguno de esos personajes nefastos sea beneficiado con el rótulo de liberal. Porque el liberalismo que el practica nació combatiendo contra todo tipo de violencia y autoritarismo. Vargas Llosa luchó contra todo tipo de dictaduras. Contra las de derecha y las de izquierda.
A las que se hacen en por orden del proletariado o de Cristo Rey. Contra los Videla y los Fidel Castro. Desprecia por igual a los carniceros que industrializaron la muerte tanto en nombre de Hitler como de Stalin. Para que no queden dudas hay que decir que la dictadura de Videla lo censuró y por decreto de un general genocida ignorante llamado Albano Harguindeguy prohibió la circulación de su emblemático libro “La tía Julia y el escribidor”. Incluso anoche, Vargas Llosa contó que guarda aquel texto oscurantista y medieval y todavía no entiende lo que quiere decir. Vargas Llosa recordó además como presionaron con el PEN Club desde Estados Unidos a la junta militar para que liberaran y dejaran de torturar al escritor argentino Antonio Di Benedetto y el resto de los detenidos.
Se puede buscar en todos los archivos posibles y googlear todo lo que quieran. No hay una palabra de Vargas Llosa apoyando a algún dictador. Es un hombre libre y ejerce como tal. Dice que todo el tiempo duda y que se autocritica porque no se siente dueño de la verdad absoluta y que comete muchos errores como todos. Desprecia a Hugo Chavez y los caudillos totalitarios de su calaña pero, sin embargo, eligió el mal menor y llamó a votar a Ollanta Humala, un discípulo de Chávez. Quiere evitar que en Peru gane la hija del Alberto Fujimori. Prefiere un proyecto de chavista que dicho sea de paso, prometió ser mas dialoguista y menos autoritario porque cree que Keiko Fujimori va a liberar a su padre que está preso por haber cometido delitos de lesa humanidad. Y lo hizo en nombre del liberalismo, digo yo. Es que muchos salvajes inhumanos y explotadores eligieron la libertad de mercado y la ortodoxia monetarista como bandera. Por eso tengo grandes diferencias con esa doctrina.
Creo en la intervención sana del estado en ayuda de los más pobres y en potenciar el desarrollo con equidad de los que más necesitan. No creo que el mercado por si solo se encargue de atacar las injusticias. Ese es el rol del estado. Para lograr igualdad de oportunidades y proteger a los mas débiles frente a los mas poderosos.
Esa es una de mis diferencias pero a quien le interesan mis diferencias. Además, Vargas Llosa en el plano de los derechos individuales y la cultura es casi un anarquista. Dinamita todos los dogmas. Abre todas las cabezas. Francotira ideas para provocar e incomodar a los pensadores perezosos. Está a favor del matrimonio igualitario, del aborto, defiende a rajatabla los derechos humanos y es un durísimo crítico de la iglesia cuando juega el rol reaccionario de querer tapar el sol con las manos y de convertirse en el discurso único de la culpa. Con talento, Fernández Díaz lo ubicó en el mapa: le dijo que en España el podría transitar en una avenida de centro que esté a la izquierda del Partido Popular de Aznar y a la derecha del Partido Socialista de Felipe González. Después el genial escritor hizo preguntas sobre Argentina que se nos clavaron como puñales.
Se preguntó que ocurrió en este país que pasó de ser uno de los más avanzados del mundo a una decadencia interminable. ¿Cómo fue que a principios de siglo estuvimos a punto de terminar con el analfabetismo y el analfabetismo casi termina con nosotros? “Me desgarra saber que estaban al nivel de Suiza o de Suecia y terminaron atrapados entre las dictaduras y la pobreza”. Tiene el mismo rechazo por los déspotas que el que sintió por su padre. Los odia con toda su cuerpo y alma. Dice que lloró por primera vez con las palizas que su padre le pegó. Identificó a ese padre castigador con la falta de democracia y libertad. En el Calígula de Albert Camus encontró la definición perfecta de los tiranos:” quieren que desaparezcan todo tipo de contradictores y de contradicciones en el mundo”. Ese es el tamaño del peligro. Y la dimensión del desafío.