La presidenta Cristina Fernández está mas agresiva que nunca. Ayer dijo, como para romper el hielo, que los miembros de la oposición “son los mismos que condujeron al país al fracaso mas estrepitoso que haya tenido”. Contundente la presidenta. No las manda a decir ni se anda con chiquitas. Pero eso no fue todo. Aseguró que “ni en la década infame se defendió tanto desde la política a una empresa privada”. Y como para negociar los acusó de canjear sus posiciones políticas “por una nota en la tele o una foto en un diario”.

Esta presidenta que reclama prudencia y respeto se despachó con semejante discurso en Tigre, al lado del intendente Sergio Massa que fue eyectado del gobierno por ser demasiado dialoguista. O por no ser lo suficientemente combativo. Ya se sabe que a los tibios los vomita Dios y los desprecian los Kirchner. Lo que resulta increíble es la facilidad con la que cambian el discurso. Hasta hace poco se disfrazaron de corderos patagónicos con una actitud moderada, de mucha gestión y menos crispación. Eso les dio buenos resultados y fueron escalando en la imagen positiva en todas las encuestas básicamente en la clase media que perdieron y quieren recuperar. Pero hay un chip que se les salta. Tanto Néstor como Cristina pasan de la calma a la ira con una velocidad infrecuente. Se la pasan sembrando vientos y después no se explican porque cosechan tempestades.

La señal que envían es de intolerancia y eso mancha todo el debate nacional. El otro día en Rosario, la militancia kirchnerista silbó al gobernador Hermes Binner que estaba colorado de bronca. Allí estuvo bien Cristina y llamó a la cordura. Pidió que no se actuara como un barrabrava, que se escuchara con respeto a todos, que todos debemos integrar la hinchada argentina y que después la gente se encargará de juzgar en las urnas. Diez puntos para la presidenta.

Se comportó pacíficamente. Pero hay una pregunta que responder. ¿No cree que descalificaciones tan terribles como las de ayer son las que le meten fichas a la militancia para que reaccionen en forma intolerante? Si la presidenta de la Nación dice que los opositores son los mismos que llevaron a nuestro país al fracaso mas estrepitoso de la historia y que se alquilan por una foto en Clarín o por una nota en TN, ¿Cómo cree que van a reaccionar sus seguidores si mañana en el Congreso se encuentran con Felipe Sola, Elisa Carrió, Oscar Aguad o Federico Pinedo? No se puede pedir convivencia pacífica y lanzar llamas por la boca. No se puede decir que estos dirigentes son los mismos que los de la Alianza porque hay los protagonistas otros. Es lo mismo que si Ernesto Sanz o Ruben Giustinianni o Adrian Perez o Gabriela Michetti o Felipe Solá dijeran que este gobierno es la continuación histórica de Carlos Menem y Domingo Cavallo al que los Kirchner apoyaron tanto.

O peor aún, siguiendo ese camino podrían decir que es el mismo partido que llevó a la Argentina la muerte de la mano de Jose López Rega y los Montoneros. Sería una injusticia decir eso en una tribuna. Una simplificación histórica que no ayuda a encontrar la agenda de estado y los consensos para que un país pueda funcionar y progresar. Por eso digo: si uno quiere ser respetado hay que empezar por respetar a los demás. ¿No le parece?