Democracia o chavismo
Hoy se cumplen exactamente 30 años del final del terrorismo de estado y de la recuperación de nuestra bendita democracia.
Hoy se cumplen exactamente 30 años del final del terrorismo de estado y de la recuperación de nuestra bendita democracia. Aquel 30 de octubre de 1983, triunfó la fórmula Raúl Alfonsín-Víctor Martínez con el voto de 7.724.559 argentinos que apostaron por la vida y por la paz. Con el 51, 75% de los votos el radicalismo superó por primera vez en una elección presidencial al peronismo que consiguió el 40, 16% con la fórmula Italo Luder- Deolindo Bittel.
Los argentinos jamás olvidaremos ese momento refundacional de la historia. El paso del horror, el terror y la oscuridad a la luz plena de la libertad. Aquel día fue una bisagra. Dejamos atrás para siempre a los dictadores de las desapariciones y las torturas, de los campos de concentración y el crimen de lesa humanidad, de la censura y el oprobio.
Eran tiempo de las denuncias de Alfonsín sobre un pacto sindical militar y el rechazo absoluto de la autoamnistía de los militares. Los actos de cierre multitudinarios en el Obelisco. Con el preámbulo de la Constitución recitado con emoción por Alfonsín y un tal Fernando Bravo como maestro de ceremonias. Con el justicialismo de Herminio quemando un ataúd donde, simbólicamente estaba el radicalismo.
Fue un día de gloria. De Jairo cantando “Venceremos” y de un joven cronista llamado Alfredo Leuco que toda la vida se arrepentirá de no haber votado el viejo líder de Chascomus. Los gritos enloquecidos de los jóvenes fueron la más maravillosa música. Se va a acabar/ la dictadura militar, en primer término. El saludo de Alfonsín con las dos manos entrelazadas al costado de su cara bonachona, la sigla RA como República Argentina y Raúl Alfonsín que inventó un genio como David Ratto. Se venía una renovación y un cambio en el país. La dictadura implosionó después de la guerra de Malvinas. El coraje ciudadano fue superando al pánico paralizante. Y las marchas multipartidarias y juveniles y de los trabajadores fueron construyendo el futuro sin fascistas de uniforme. Amanecía que no es poco.
Aquellas legendarias batallas por recuperar la libertad deben ayudarnos a mantener la guardia siempre alta. Para que “Nunca Más” ningún asesino iluminado se crea capaz de someter ni reducir a la servidumbre al pueblo y a sus instituciones. Y para que el debate apasionado de las ideas extirpe para siempre el autoritarismo de los violentos. En los últimos tiempos se registraron algunas acechanzas, además de los provocadores de siempre como Cecilia Pando. Pero felizmente es una expresión marginal y ultraminoritaria. Siempre son más preocupantes los intolerantes que tienen vinculación con el poder de turno. Porque son dueños de recursos y aparato y eso les otorga mayor capacidad de daño. Aparecieron por derecha con personajes primitivos como Guillermo Moreno y sus patotas o Raúl Otacehé como ejemplo de intendentes de la ortodoxia pejotista pesada. Por izquierda con salvajes al estilo de Luis D’Elía o la agresividad organizada en escuadrones y subsidiada por el estado de Milagro Sala que hasta padeció los tiros que le salieron por la culata de sus propia tropa disidente. Siempre hay un fantasma como el de Videla o el de Hugo Chávez esperando emboscar a la democracia. No hay que tener miedo pero hay que tener cuidado. Aquel glorioso día de hace 30 años debe ser el espejo en donde nos debemos mirar siempre para custodiar las instituciones republicanas por los siglos de los siglos. Que nadie nos arrebate el sueño de un país sin autoritarios de ninguna clase. Que nadie mire para otro lado cuando peligra la convivencia pacífica y la cohesión social y se multiplica el odio y el patoterismo de estado.
¿Se acuerda de aquellos deseos de una democracia con contenido de justicia social? Con la democracia se come, se cura y se educa. Pasaron 30 años y esa todavía sigue siendo la utopía. Bajo el mismo techo de la patria y con un programa común que además es un canto a la esperanza. Hablo de aquel fragmento del Preámbulo de la Constitución Nacional que Alfonsín convirtió en un rezo laico: “Vamos a constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”. Pasaron 30 años y la ilusión democrática sigue intacta. Que aquel preámbulo sea un poncho que nos abrigue a todos y que solo deje afuera a los golpistas y a los corruptos. Que así sea. Por cien años más.