Ayer hablamos de los poderosos méritos que tuvo Cristina Fernández para superar el 50% de los votos. La idea de hoy analizar que pasó con la oposición no peronista y mañana con el peronismo no kirchnerista. Para encontrar un punto de comparación es útil ir al 28 de junio del 2009. No hace una eternidad. No le hablo de la prehistoria. Hace solamente dos años, que el Acuerdo Cívico y Social consiguió 5.548.000 votos y eso le alcanzó para constituirse en la primera fuerza nacional. ¿Se acuerda? Parece un siglo pero apenas pasaron 750 días.

Era una suerte de expresión nacional del acuerdo que estaba y sigue gobernando la provincia de Santa Fe. Se los podría caracterizar ideológicamente como la socialdemocracia republicana o el centro izquierda no peronista, como usted prefiera. Estaban bajo ese mismo techo los radicales de Sanz, Cobos y Alfonsín, los socialistas de Binner, los cívicos de Elisa Carrió y los genes de Margarita Stolbizer.

Ese día lograron un bloque de 78 diputados y de 23 senadores. No es poco. Hay que aclarar que era otro tiempo político. Que el kirchnerismo se había desangrado en la pelea con el campo y que sucumbió en la provincia de Buenos Aires con el triángulo de las Bermudas que formaron Felipe Sola, Macri y De Narváez. Fue el peor momento de los K. Muchos pensaron que ya no podrían recuperarse. Pero la realidad de este domingo demostró todo lo contrario. Que el kirchnerismo no solo resurgió de sus cenizas sino que se potenció al punto de tener virtualmente asegurado el gobierno hasta 2015.

Por el contrario aquel techo que cobijaba a los socialdemócratas se cayó a pedazos. Le cuento que aquel paquete inmenso de votos sigue estando. La suma entre lo que sacaron el domingo Alfonsín, Binner y Carrió da 5 millones 300 mil votos. La diferencia es que, esta vez, fueron separados. O sea que en Argentina hay entre un cuarto y un tercio de los votantes que es bastante fiel a ese corte ideológico. La gran pregunta es saber que pasó entre ellos. Se registró una sumatoria de hoguera de vanidades, sectarismos de todo tipo y errores políticos muy evidentes. Empecemos por los dos que quedaron peor parados de cara al futuro: Alfonsín y Carrió.
 
El hijo del ex presidente no tuvo la suficiente muñeca política ni experiencia para encolumnar detrás suyo a todo el radicalismo. Muchos dirigentes históricos se mantuvieron al margen. Confundió pragmatismo con pérdida de identidad y pegó demasiados volantazos. Primero dijo que Macri era su límite, cosa que fue toda una definición pero de inmediato armó un concubinato contra natura con Francisco de Narváez como si el Colorado fuera tan distinto a Macri. Eso no fue digerido ni por los radicales bonaerenses ni por los militantes peronistas de De Narváez. Hubo cortocircuitos en lugar de colaboración. Y como si esto fuera poco, apenas ganó Macri en la Capital, Alfonsín volvió otra vez sobre sus pasos y fue el primero en decir que había votarlo.
 
Mucho ruido en el mensaje, diría un comunicador. Elisa Carrió ya se adjudicó la responsabilidad del terremoto que afectó a su partido y fue muy valiente de su parte. Lo que falta decir es cuales fueron los motivos que llevaron a esa debacle. El personalismo en la conducción hizo que Carrió escuchara poco las demandas de varios de sus dirigentes. Su forma de construcción demasiado centralizada resultó expulsiva de mucha gente valiosa. Fue dura con los principios éticos y eso está muy bien, es su ADN, pero fue poco flexible con los acuerdos. Por momentos parecía que Binner y Alfonsín eran sus enemigos y no quiso saber nada con ellos pese a que ninguno tiene antecedentes ni fama de corrupción y ambos, más allá de los errores, son democráticos, republicanos, buscan la igualdad y respetan los derechos humanos.
 
Hay muchas mas cosas que los unen y sin embargo se estuvieron ladrando hasta el día de las elecciones. El que surge mejor plantado y con más perspectivas de crecimiento hacia el futuro es Hermes Binner. Su experiencia de gestión espectacular en Rosario ( la única gran ciudad donde perdió Cristina) y en la provincia de Santa Fe le da un plus sobre el resto. Tiene logros sociales y de calidad institucional para mostrar. Y quiso, supo y pudo cabalgar en Santa Fe sobre ese frente progresistas de varias fuerzas que pudieron potenciar sus acuerdos y minimizar sus diferencias.

¿Se imagina si hubieran dirimido sus diferencias en las primarias del domingo como lo hicieron en Santa Fe? Si Binner logra conducir el Frente Amplio Progresista con las reglas de sus primos del Uruguay tiene todo para crecer hacia el 23 de octubre y hacia el 2015. Ese espacio, repito, tiene un piso de más de 5 millones de votos esperando que alguien los lidere. Se abre una nueva gran oportunidad para que no haya más desacuerdos cívicos y sociales. Para que los una el amor y no el espanto.