Días de fiesta
En medio de largas temporadas donde al parecer nada llama la atención más que para escandalizar, en todo caso-, cuando todo parece provenir de una fábrica de productos culturales, aparecen de pronto en las coordenadas del azar, en la misma semana, un libro exquisito, una película exquisita y una obra de teatro exquisita.
En medio de largas temporadas donde al parecer nada llama la atención –más que para escandalizar, en todo caso-, cuando todo parece provenir de una fábrica de “productos culturales”, aparecen de pronto en las coordenadas del azar, en la misma semana, un libro exquisito, una película exquisita y una obra de teatro exquisita.
El libro se llama “La maravillosa vida breve de Óscar Wao”, de Junot Díaz, un escritor dominicano educado en los Estados Unidos que hoy enseña escritura creativa en el Instituto Tecnológico de Massachussetts. Para reseñar esta obra todavía tengo que elaborar el duelo de haberlo terminado. Hay libros que le hacen eso a uno.
La película se llama “Cuando los chanchos vuelen”, una comedia milagrosa que consigue divertir y emocionar en medio de problemas insolubles, en una zona tan conflictiva como la franja de Gaza: un pescador palestino, funcionarios de todas partes y el ejército israelí. No digo más porque todavía no se estrenó.
Lo que sí se estrenó es la obra de teatro: “Las criadas”, de Jean Genet, en el Alvear. En esta puesta, Ciro Zorzoli reunió a tres actrices extraordinarias: Paola Barrientos (sí, la chica de la televisión, y la estrella de “Estado de ira”, una obra maestra anterior del mismo director); Victoria Almeida (la joven erudita de “El trompo metálico”, la deliciosa suicida de “La última vez que me tiré a un precipicio”, la dama joven de “En el cuarto de al lado”) y Marilú Marini, una grande que vive en París, quien hizo recientemente el mismo papel en la puesta francesa, y en su momento –en la versión de Alfredo Arias- representó el rol que ahora hace Barrientos.
Zorzoli desmenuza el texto y desdramatiza la escenografía: a los costados de la acción sigue el teatro en estado crudo, con los sonidistas y los asistentes; los paneles entran y salen, los roles de las criadas también. Cada una de ellas es todas las demás. Cuando entra Marilú Marini en escena, la Señora, todo adquiere un aire sobrenatural.
La puesta, las luces, la vibración del sonido, el latido del suspenso y tres grandes actrices argentinas se confabulan para ofrecer una obra de excelencia. Zorzoli es un estudioso del teatro y, evidentemente, un enamorado perdido.