Estaba feliz y elegante con sus flamantes 99 años. Se podía decir que parecía doña Flor y sus tres candidatos radicales. Doña Florentina Gómez Miranda rodeada por Ernesto Sanz, Ricardo Alfonsín y Julio Cobos fue la que generó el milagro de haber juntado a los tres dirigentes que hoy están en plena batalla interna en el viejo partido. Es producto del respeto y la admiración que se ganó Florentina a lo largo de su vida.

Tiene un optimismo histórico admirable y se pregunta: ¿Qué vamos a festejar, lo que pasó o el futuro? Tiene una energía y una lucidez muy especial. Asegura que es porque dice lo que piensa y hace lo que dice. Coherencia, compromiso, militancia por los valores de la libertad y la igualdad.

Ella siempre se define como maestra por vocación, abogada por elección y política por pasión. Sus padres le transmitieron el amor por la docencia que ellos mismos ejercían en Olavarría. Nunca se la vio tan feliz como dando clases al frente de su sexto grado. Su primer sueldo como maestra en una escuela cerca de Pehuajó fue de 123 pesos. Nunca se la vio tan triste como el día en que fue echada de su cargo después de 23 años de ser una educadora ejemplar. ¿Qué es lo que había pasado? Desafiante se había negado a colgar el retrato de Eva Perón y a lucir el luto por su muerte.
 
Por eso la dejaron cesante. Ella tragó su rebeldía y prometió volver a dar clases y con el tiempo, lo logró. Combatió las ideas de Evita en la plenitud de su vida, pero nunca se envenenó con el odio.
 
En 1983, con la primavera democrática en marcha, ella tuvo que pronunciar su primer discurso en la Cámara de Diputados para homenajear a Eva precisamente. Se lo pidieron Juan Carlos Pugliese que era el presidente del cuerpo y Cesar “El Chacho” Jaroslavsky que era el presidente del bloque. La bancada peronista estalló en aplausos y en lágrimas emocionadas luego de escuchar lo que Florentina dijo de Evita y el reconocimiento que hizo por la posibilidad de votar que le dio a las mujeres. Florentina dice que es tan feminista como radical. Y acusa a su partido de ser el más machista de todos. Pero no se dobla ni se quiebra.

Ella fue la principal impulsora de tres leyes que revolucionaron la vida familiar: el divorcio vincular, la autoridad compartida de los padres y la igualdad de los hijos matrimoniales y extramatrimoniales. Es chiquita y parece frágil pero es una luchadora gigante por los derechos de la mujer. Hoy todavía pelea por la educación sexual y la despenalización del aborto. Florentina nunca fumó y siempre trató de usted a su esposo. Ambos se casaron de grandes y no pudo concretar su sueño de tener hijos. “Pero tuve muchos alumnos que son como hijos”, se consuela.

El primer honorario que cobró como abogada fueron dos gallinas. Ella quiso ser dentista pero como no se podía rendir libre se pasó a derecho. La abogacía le sirvió para armarse de valores y para aprender el arte de la oratoria. Dice que ser maestra y ser política para ella es lo mismo.

En ambos casos hay que ejercer con dos cosas: la palabra y el ejemplo. Admiró con toda su alma a Raúl Alfonsín y supo discutir con él como con todos porque defiende sus ideas con energía y firmeza. Florentina lleva la sangre radical en sus venas. Como sus padres. Ayer le regalaban claveles rojos y blancos y ella repetía que la fórmula de su lealtad política inquebrantable es tener “los ideales como bandera y la intransigencia como escudo”.

Es filosa, brava, frontal y por eso no se calla ante nada y ante nadie. En su decálogo de la mujer política escribió que el pueblo no necesita halagos sino verdades:” el halago debilita y la verdad tonifica”. Florentina quiere celebrar sus 100 años en el Luna Park. Es radical de alma y de pura cepa. Pero no se quiebra ni se dobla.