E-mail mata cartero
Los repartidores a domicilio serán reemplazados por drones en los Estados Unidos y, desde 2019, no habrá más entrega postal en Canadá a raíz del auge del correo electrónico
Del libro “How, ¿Por qué significa tanto cómo hacemos las cosas?”, de Dov Seidman, no me impresionó el prólogo de Bill Clinton, sino el afán de un repartidor de United Parcel Service (UPS) en cumplir con su trabajo. El autor le había encargado a un joyero de Nueva York una pulsera para su esposa con motivo de su aniversario de bodas. La esperaba al día siguiente en su oficina de Los Ángeles. El repartidor de UPS, Ángel Zamora, había terminado su turno, pero notó que el envío se había demorado en la bodega.
Logró concretarlo esa misma tarde. Días después, al verlo, Seidman le agradeció. “Es lo que hago”, obtuvo como respuesta. Lo había hecho bien.
Trabajen de un modo o del otro, los repartidores a domicilio pueden tener los días, o acaso los años, contados. Eso ocurrirá si prospera el plan del presidente de Amazon, Jeff Bezos, de entregar en media hora los pedidos de sus clientes por medio de drones (pequeños vehículos voladores sin tripulantes). La actitud y el celo de Zamora por su trabajo no alcanzan frente a la reducción de costos para las empresas que deparan los avances tecnológicos. Su respuesta al agradecimiento de Seidman me recuerda la diferencia entre dos albañiles consultados sobre su trabajo: uno decía que se limitaba a apilar ladrillos; el otro, que se proponía construir una catedral.
Quizá los repartidores corran la suerte de los carteros, sus primos hermanos. En 2019 no habrá más entrega postal domiciliaria en Canadá. Lo decidió la compañía pública Postes Canada Post. Quien quiera su correspondencia deberá recogerla en la oficina de correos, como ya ocurre en zonas rurales y algunos suburbios en respuesta al boom del correo electrónico y otras vías de comunicación. Los números mandan: en 2012 se entregaron 347.214 millones de cartas en todo el mundo, un 16 por ciento menos que en 2008, según la Unión Postal Universal.
¿Es el fin de los repartidores y de los carteros? Cuando apareció la electricidad, muchos creyeron que los fabricantes de velas iban a extinguirse como los dinosaurios. Las velas siguieron haciéndose, inclusive en versiones artesanales con valores superiores a los previos a la invención de la lamparita. El afilador, el relojero, el herrero, el mimbrero y el sastre también corrían ese riesgo.
Desaparecieron el lechero y el quexeiro, vendedor gallego de quesos, en parte por el auge de la vida urbana, pero no ha dejado de haber albañiles capaces de construir una catedral.