JOHANNESBURGO, Sudáfrica.- Día soleado pero con mucho frío para presenciar el partido entre las selecciones de Argentina y Corea del Sur. Esta vez llegamos muy temprano, ya que en los las veces anteriores que nos acercamos al Soccer City, las interminables colas de autos hacían casi imposible arribar al centro de prensa a una hora razonable.

Por fin hoy nos salvamos de la larga espera sobre la autopista y eso hizo que tuviéramos suficiente tiempo de disfrutar la fiesta, que en su mayoría estaban empezando los hinchas argentinos. Aunque hay que decir que pequeños grupos de surcoreanos también hacían presencia en los alrededores con sus particulares cánticos.

Los fanáticos albicelestes adornaban con sus banderas, sombreros y cantos las afueras del imponente estadio naranja. Parecía que estuviéramos en una cancha argentina previa a un superclásico. Con la diferencia que para esta ocasión todos apoyan los mismos colores, sin importar si son de un club u otro.

Junto con mi colega, nos acercamos a un gran grupo de coreanos que arribaron al estadio con una bandera gigante y además con las caras pintadas con los colores del país asiático. Hablamos unas cuantas palabras en inglés y nos contaron que venían desde Puerto Elizabeth donde estuvieron en el primer partido de su selección. Uno de ellos nos dijo que en el camino hacia Johannesburgo, se encontraron con unos hinchas violentos argentinos (barra brava para nosotros) y les intentaron quitar la gran bandera roja y blanca; afortunadamente lograron salir del problema dándoles dinero para que los dejaran tranquilos. Increíble que el flagelo de la violencia en el fútbol argentino también se traslade al Mundial y nadie haga nada al respecto…

Ya cuando entramos al gigante estadio, las tribunas estaban pintadas de celeste y blanco. Miles de hinchas argentinos ya hacían de las suyas; saltaban y cantaban tal cual como lo vemos cada fin de semana quienes vivimos en la Argentina. El “Vamo, vamo Argentina, vamo, vamo a ganar, que esta barra quilombera no te deja, no te deja de alentar!” se escuchaba en cada rincón del lugar y además, hay que sumarle el sonidito de las vuvuzelas que acompañaban el compás de las canciones.

Las manchas rojas en las tribunas que nos dejaba ver dónde estaban ubicados los coreanos, tampoco se quedaban atrás, ellos capaz no cantaban, o si lo hacían nunca se les escuchó, pero si movían sus banderas de un lado para otro sin parar dando un lindo colorido a la previa del partido.

Cuando salieron los equipos a la cancha se vio realmente lo que los coreanos habían traído de sorpresa, dos banderas gigantes que tapaban una buena parte de un par de tribunas. En este instante los hinchas coreanos fueron más que los argentinos, aunque en número fueran muchísimo menor.

Finalizado el encuentro, la fiesta fue totalmente celeste y blanca, Argentina goleó a Corea del Sur jugando un segundo tiempo casi perfecto y eso se vio reflejado en los hinchas que después de varios minutos seguían cantando y saltando sin parar.

Por Daniel Dionisi