El fútbol argentino pulsa la sucesión de Grondona
Son tiempos revulsivos; las verdades absolutas transitan por caminos poco firmes y ni las religiones que han sido la gran reserva moral de esta civilización, pueden sostenerse coherentes en el sentido práctico.
Son tiempos revulsivos; las verdades absolutas transitan por caminos poco firmes y ni las religiones que han sido la gran reserva moral de esta civilización, pueden sostenerse coherentes en el sentido práctico.
Estamos movilizados y si no, mira a tu alrededor.
No pretende este enfoque ingresar en un terreno antropológico ni mucho menos, como cualquier ciudadano veo lo que nunca antes, tiranos acorralados, ideologías en crisis de sustentación, patéticos héroes de cartón, soberbios mortales y una sensación de reformulación en muchos estrados que lejos de generar incertidumbre y preocupación, alientan un estado de expectativa saludable.
¿Por qué no caería Julio Grondona ?
O dicho de otra manera para no personalizarlo: ¿Por qué debería ser eterno un sistema que logró el milagro criollo de atravesar como ningún otro, nuestra historia contemporánea con aparente inmunidad?
Hay señales que revelan una incipiente descomposición.
La campaña basada en mentiras verdaderas que pasea por todo el país Daniel Vila invitando a cambiar de collar y no de perro la conducción de la AFA, no parece ser demoledora pero, hace mella y aún pronunciada desde un lugar de escasa credibilidad, se ha erigido como un centinela implacable de los actos políticos de la casa de calle Viamonte.
Las denuncias de Javier Ruiz sobre la corrupción en los arbitrajes que él mismo ha confesado, mas allá que las causas hayan prescripto y su tardía reacción lo descalifique en si mismo, abona también el terreno de la sospecha y salpica un estilo de conducción.