La presidenta Cristina Fernández podrá decir con orgullo o con preocupación que ayer Hugo Chávez se convirtió en el padrino de su reelección. Sospecho, con orgullo, porque los grupos más combativos del kirchnerismo celebraron cada palabra del nuevo Fidel Castro que no dudó en decir que “Cristina es la mujer que necesita la Argentina”.

Digo con preocupación porque el acto en La Plata tuvo un rol protagónico Quebracho, el grupo mas violento de la actualidad y porque el lenguaje jurásico de Chávez puede espantar claramente a una clase media moderada que Cristina necesita seducir electoralmente.

Chávez llamó “dictaduras civiles del estado burgués” a los gobiernos que no simpatizan con su dogmatismo ideológico y dijo que solo hay dos caminos por delante: el socialismo o el capitalismo. La pregunta que se impone es: ¿Cristina propone igual que Chávez ir a un socialismo del siglo XXI? ¿Pepe Mujica, Lula o Michelle Bachellet quieren humanizar y hacer mas equitativo e inclusivo al capitalismo o quieren abrir las puertas al socialismo? La mayoría de la sociedad argentina que mira con simpatía a Cristina, ¿sueña con una Argentina similar a Venezuela? Vale plantearlo con toda la crudeza del lenguaje electoral: Chávez, su discurso antiimperialista, sus vivas al Che Guevara, ¿le suman o le restan votos a Cristina? El jefe de estado venezolano no tuvo pudor en lanzar la candidatura de Cristina cuando dijo que una futura victoria suya “asegura que no habrá retroceso en la Argentina”. ¿Es el chavismo el modelo cultural que la mayoría de los argentinos quiere? ¿Su intento de eternizarse en el poder, su autoritarismo, la feroz persecución que se hace a los periodistas y políticos opositores, es un objetivo de la mayoría de nuestro pueblo? Llamó a derrotar a la dictadura mediática pero solo permitió que el acto fuera televisado por su pantalla cautiva de Telesur.

Colocó a Kadafi, que hace 42 años conduce una dictadura, en el olimpo de los próceres. Por eso no es fácil llevar a los números la relación costo-beneficio para el kirchnerismo luego del paso del huracán Chávez. En la militancia más convencida seguro que se tomó como un sueño revolucionario y bolivariano que los llenó de combustible emancipador para dar la batalla que se viene. Por eso cantaban que: “si la tocan a Cristina, que kilombo se va a armar.”

Pero en amplios sectores medios, menos ideologizados y mas pragmáticos esa arrolladora verborragia probablemente asuste, preocupe o haga pensar dos veces el voto.
 
El chavismo polariza, divide la sociedad a rajatabla y Cristina, para ganar en primera vuelta necesita recuperar el apoyo de las clases medias urbanas y rurales. Un dirigente del radicalismo me comentaba que durante la campaña podrían hacer un spot publicitario que muestre a Chávez agitando a la concurrencia por la reelección de Cristina. Insisto, es un arma de doble filo. Suma por un lado militancia y por el otro resta ciudadanos comunes y silvestres. Tal vez sea cierto que ese es un costado por el cual la oposición mas republicana puede entrarle a la figura de la presidenta que por ahora va derecho por la avenida de la victoria sin ningún obstáculo de envergadura.

Llevar el debate de campaña a los términos de “autoritarismo o democracia. Chávez o república. Venezuela o Argentina.”, sería forzar los argumentos como toda apuesta propagandística. Pero por ahora los opositores no están en condiciones de elegir. Todas las encuestas demuestran que el vigoroso consumo es la gran locomotora que lleva la imagen de Cristina para arriba. Y que la inflación, la inseguridad o la intolerancia oficial son elementos que preocupan pero no tanto. Son pequeñas molestias que no definen un voto. Como siempre, es la economía estúpido. Y como siempre, el que decide es el pueblo con su voto.