El gran mérito de Mauricio Macri es haber enfocado su gobierno y su campaña hacia el ciudadano común y menos politizado, que es la inmensa mayoría de los vecinos. Fue muy pragmático en ese sentido. Policía Metropolitana para atender aunque sea simbólicamente el tema que mas inquieta a los porteños que es el de la inseguridad. Metrobus y bicisendas para mitigar el caos del transporte. Y canal aliviador contra las inundaciones.

Macri, solo en algunas ocasiones, se prendió en la pelea cuerpo a cuerpo de las acusaciones ideológicas que le hicieron los periodistas y dirigentes kirchneristas. La realidad se fue encargando de descalificar esos ataques. A Macri, primero le dijeron menemista y resulta que Menem, ahora, es un socio del kirchnerismo que dice que el triunfo de Cristina es lo mejor que le puede pasar al país. Lo acusaron de liberal hasta que un liberal más militante y antiguo que él, Amado Boudou, fue designado compañero de fórmula de Cristina. Le dijeron que era un empresario que hacia negocios con el estado pero después de Lázaro Báez, Cristóbal López, Electroingeniería y sigue la lista, ya no hay mucho que cuestionar en ese sentido.

Lo acusaron de no querer debatir pero es el político de que más debatió en la Argentina y como Cristina no solamente que no debate sino que ni siquiera permite que un periodista se acerque, esa factura pierde potencia. Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago. Le dijeron que era un adalid de la mano dura para combatir la inseguridad y hace un par de días nomás, el gobierno nacional inundó de gendarmes y prefectos los barrios del sur de la ciudad cosa que Pino Solanas caracterizó de “militarización preocupante”.

Y en el tema de las protestas callejeras y cortes de calles que tan hastiados tienen a los porteños por su uso y abuso, el propio Daniel Filmus justificó la represión de los docentes de Santa Cruz y dijo que si llegaba al gobierno iba a garantizar el derecho a transitar libremente de los ciudadanos.

El fuerte crecimiento de la actividad económica y el vigoroso consumo fortalecen siempre los candidatos oficialistas. Por eso en Capital tanto Cristina como Macri tienen tan alta intención de voto y aunque suene insólito, comparten más votantes de lo que se puede suponer. Es gente sencilla que tiene críticas pero teme al cambio porque le están yendo más o menos bien las cosas.

En lo ideológico Macri, por formación es un hombre de centro derecha pero por elección es alguien popular. Lo decidió el día que resolvió ser presidente de Boca. Ocuparse de los problemas cotidianos le reportó que su candidatura tenga mucho respaldo en los barrios más humildes, históricamente peronistas.

Y Macri es un poco peronista o mejor dicho un desarrollista de los que siempre supo acompañar al peronismo. Los principales problemas de Macri son sus dificultades para articular un discurso en las tribunas, su absoluta falta de muñeca política para construir su partido en otros distritos y apuntalar su candidatura presidencial y los gruesos errores de gestión que lo obligaron a varias marchas y contramarchas como la designación del Fino Palacios, las escuchas telefónicas ilegales o el blooper de nombrar a Abel Posse, entre otras incorporaciones polémicas.
 
Sin embargo han aparecido algunas figuras de buena gestión como María Eugenia Vidal, su compañera de fórmula y se han fortalecido históricos funcionarios más que eficientes como el ministro de cultura Hernán Lombardi. Macri, sin embargo, no tiene asegurada para nada su reelección.

Es muy probable que logre el primer puesto y que, en la segunda vuelta, eso le de alguna ventaja. Es alguien que ya fue votado por 6 de cada 10 porteños en el balotaje. Eso le da un piso alto y a su vez lo hace correr un gran riesgo. Si pierde las elecciones del 31 de julio su partido unipersonal se irá desmoronando lenta pero inexorablemente. En cambio si gana, quedará anotado y con posibilidades entre los presidenciables para el 2015. Así de cruda y de cruel es la política. Te levanta una lápida o un monolito, como diría Minguito.