El rap de la campaña
El rapero Kanye West lanzó su candidatura presidencial en Estados Unidos sin posibilidad alguna de romper la polarización de la campaña entre Trump y Biden
En la campaña de Estados Unidos vale todo. Hasta el lanzamiento de la candidatura presidencial de un rapero famoso, Kanye West, impedido de figurar en las boletas de varios distritos y de quebrar la polarización entre Donald Trump y su rival demócrata, Joe Biden. Lo de West responde más a una estrategia promocional que a su vocación política. Pagó 35.000 dólares para inscribirse en Oklahoma, Estado que aporta apenas siete de los 538 votos en el Colegio Electoral, Hizo una inversión, digamos, mientras divulgaba por Twitter un nuevo álbum de canciones. Como las elecciones son indirectas, el voto popular cuenta poco.
En Charleston, Carolina del Sur, el cantante negro, de 43 años, presentó en sociedad el Birthday Party en compañía de su esposa, Kim Kardashian, otra celebridad. Kayne llevaba un chaleco antibalas con la palabra seguridad en el pecho, de modo de capitalizar la ira por el asesinato de George Floyd, y el número 2020 grabado en su cabeza. Prometió en su discurso una compensación de un millón de dólares para quienes tuvieran un bebé en plan de rechazar el aborto y se trenzó con la comunidad negra cuando atacó la memoria de Harriet Tubman, luchadora por la libertad de los esclavos en Estados Unidos que murió en 1913.
Nada excepcional mientras en el otro rap, el de la campaña entre demócratas y republicanos, Biden supera por 15 puntos a Trump, excepto en la renovación del Senado, según un sondeo de The Washington Post y ABC News que, más o menos, coincide con otros. En 2016, Hillary Clinton también era la favorita, pero perdió en Estados industriales del Medio Oeste como Wisconsin, Michigan y Pensilvania y, por tratarse de votos electorales, no populares, Trump se alzó con la victoria. Ambos, Biden y Hillary, provienen del riñón del gobierno de Barack Obama, cuyo legado Trump se propuso dinamitar desde el primer minuto en la Casa Blanca.
¿Puede ocurrir lo mismo en 2020? Antes de la pandemia del coronavirus, el viento soplaba a favor de Trump: el desempleo, del 3,5 por ciento, estaba en los mínimos de la década. La economía marchaba bien, pero comenzó a derrapar en algunos Estados, como Maine, Minnesota, New Hampshire y Virginia, revela Moody’s Analytics. En total, 100 votos electorales menos que en 2016. El ganador requiere 270 de los 538 del Colegio Electoral. ¿El resultado pronosticado? Biden, 308; Trump, 230. Algo inaceptable para Trump después de haber derrotado a Hillary en Florida, Carolina del Norte, Pensilvania, Michigan, Wisconsin y Arizona.
Pura anécdota, como un rap de West, durante una campaña signada por el COVID-19 y, también, por la uberización de los partidos tradicionales, cuyas maquinarias perdieron fuelle en las grandes ciudades durante la última década. El America First, a golpe de tuit, resultó más efectivo que la aparente prolijidad de las primarias demócratas con una exagerada cantidad de precandidatos, más de 20, y un gesto, el de Bernie Sanders, de desertar de la carrera mientras la política entraba en cuarentena. La duda: ¿votarán por Biden los enrolados en el movimiento Bernie o nada? Un nombre categórico en un país dividido hasta en la decisión de usar barbijo.
En Estados Unidos, 1.145 personas se inscribieron hasta mediados de julio como candidatos a la presidencia en la Comisión Federal Electoral. West, entre ellas. Se trata de un trámite sencillo cuyos únicos requisitos son haber nacido en el país, tener al menos 35 años y comprometerse a cumplir con las leyes de financiamiento de la campaña. El desafío posterior consiste en reunir un mínimo de 200.000 firmas para aparecer en la boleta y recaudar o gastar más de 5.000 dólares. Cada Estado maneja sin mucho control el proceso, aprovechado por oportunistas y bromistas para hacer su agosto. A poco, cada vez menos, de la fecha crucial: el 3 de noviembre.
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