En España ganó la incertidumbre
La irrupción de Podemos, desde la izquierda, y de Ciudadanos, desde la derecha, liquida décadas de bipartidismo, bandera de ambas agrupaciones durante la campaña electoral
En 160 países, la opinión de la gente resultó unánime: la mayoría quiere un buen empleo, así como paz y libertad, según Gallup. La cuna de los indignados de la Europa continental en 2011, España, no iba a ser la excepción. La tasa de desempleo ronda el 21 por ciento. En las presidenciales, el Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy obtuvo la mayoría de los votos, no el voto de confianza con el cual se hubiera asegurado la reelección. La irrupción de Pablo Iglesias, de Podemos, afín a la izquierda, y de Albert Rivera, de Ciudadanos, afín al empresariado, desplazó al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de Pedro Sánchez. Terminó la rutina del bipartidismo.
¿Quién ganó entonces? La incertidumbre. Después de las elecciones, el sistema parlamentario español prevé reuniones del rey con el presidente y los líderes de los partidos con representación parlamentaria. Felipe VI debe proponer a uno de ellos para formar gobierno. El designado ha de ser elegido por la mayoría absoluta en la primera sesión del Parlamento. De no lograrlo, una mayoría simple puede nombrarlo dos días después. La tiene difícil Rajoy, más allá de la mano tendida por Sánchez después de las elecciones y de la analogía con Rivera, empañada por los partidos nacionalistas a raíz de la oposición del PP al secesionismo en Cataluña.
¿Quién hubiera dicho en los noventa que la globalización iba a ser la partera del nacionalismo del siglo XXI? ¿O que el estado de ánimo de sociedades como la española iba a torcer el rumbo hacia partidos alternativos, como Podemos y Ciudadanos, en desmedro del PP y del PSOE? La crisis y la depresión de 2008 demolieron las expectativas depositadas de los partidos tradicionales. Siete años después, sólo resultaron ilesos los banqueros. La corrupción manchó al PP y rozó a Rajoy, pero no llegó a comprometerlo, aunque dos tercios de la población desconfíe de los discursos de los líderes europeos, según Eurobarómetro.
En Europa, como en otros confines del planeta, no se vota con esperanza, sino con miedo. Miedo a la posibilidad de que las cosas empeoren. Tanto los atentados en París como el arribo masivo de los refugiados a Europa han acrecentado esa sensación de desprotección frente a un nacionalismo rampante y un malhumor creciente por la falta de respuestas a los problemas cotidianos, empezando por el desempleo. La desigualdad no perdona: el uno por ciento de la humanidad posee tanto dinero líquido o invertido como el 99 por ciento restante, según Credit Suisse. En eso, España tampoco iba a ser la excepción.
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