La maestra de escuela es uno de los íconos nacionales que para bien o para mal quedan grabados en algún centro neurálgico de la memoria; su evocación puede provocar emoción o desasosiego, gratitud o deseo de venganza. La maestra que propone Juan Pablo Geretto recupera entero este universo, con el toque portentoso del amor y de la risa. “Yo amo a mi maestra normal” abre con un impactante retrato de Domingo Faustino Sarmiento, como no podía ser de otra manera puesto que estamos en la escuela, y sólo después de un rato el espectador percibe, no sin cierto sobresalto, que el retrato está vivo. Es el mismísimo Sarmiento quien, con su proverbial gesto adusto, pide que se apaguen los celulares en la sala.

Entonces aparece la maestra, primorosamente vestida de celeste y blanco, maquillada con buen gusto pero sin timidez, concentrada pero voluptuosa, gozadora indisimulable de su poder. Ensaya su discurso para el acto escolar, y en su monólogo aparecen todas aquellas frases que los niños argentinos escuchamos a lo largo de años de tiza y guardapolvo blanco. La maestra de Geretto puede ser encantadora con las señoras de la cooperadora, condescendiente con la colega entrada en años, feroz en la defensa de sus derechos, desesperada ante la perversidad de la computadora (¿cómo diantres se hace la arroba?) y aterradora para los niños, especialmente los que están presentes en la sala. La maestra baja a la platea y le pregunta a un niño cualquiera quién compuso la música del Himno Nacional. Mira fijo y se queda esperando la respuesta. Hasta el adulto más aplomado que paga sus impuestos puede sentirse intimidado. Geretto es capaz de ser despiadado y certero, pero nunca cruel. Al contrario. Esta maestra, aunque pueda estar contaminada por las pequeñas bajezas de la vida cotidiana, recupera lo mejor del símbolo, no sólo la vocación y el amor al saber, sino también la capacidad de liderazgo. La maestra es la primera versión de la autoridad que se tiene fuera del ámbito doméstico: Geretto la conoce profundamente, la admira y la perdona.

La impecable puesta en escena de Ana Sans incluye una cantidad de juegos visuales divinamente diseñados, que anotan en un pizarrón historias de próceres, evocaciones gráficas de la infancia, y por último caras de niños: no existe en el mundo un espectáculo más conmovedor. Juan Pablo Geretto, un ídolo popular en Rosario, presentó este personaje en un concurso de cómicos de la televisión (Videomatch, 2002) y quedó contratado, para ese y otros programas. “Yo amo a mi maestra normal” es el tercer espectáculo que presenta en Buenos Aires, después de “Solo como una perra” y “Como quien oye llover”. Buenos Aires se toma su tiempo pero comienza a reconocer y celebrar la aparición de un gran artista.