La resurrección de Biden
La recuperación de Biden en las primarias demócratas de Estados Unidos aún no fulmina la carrera del "Loco Bernie", como llama Trump a Sanders
Lo había dicho Bernie Sanders: “El candidato que gane en California tiene mucho hecho para ganar la nominación”. Ganó las primarias demócratas en ese Estado, crucial por sus 415 delegados sobre los 1.991 necesarios para asegurarse la candidatura presidencial, pero perdió frente a Joe Biden en nueve de los 14 en liza durante el supermartes. No estaba en los planes de Donald Trump, empeñado en ser reelegido en noviembre. ¿Su rival favorito? El “Loco Bernie”, como llama al senador por Vermont. “¡Felicitaciones, Bernie, y no dejes que te lo quiten!”, tuiteó tras su victoria en Nevada. Luego vino la remontada de Biden en Carolina del Sur.
Recalculando, Trump prefiere debatir con Sanders, cuyo elogio del plan de alfabetización de Fidel Castro en Cuba y su izquierdismo confeso levantan ampollas entre los mismos demócratas, antes que con Biden, exvicepresidente de Barack Obama cuyas actividades en Ucrania fueron auscultadas en forma vidriosa por la Casa Blanca y derivaron en una torpeza. La de someterlo al tercer juicio político de la historia de Estados Unidos con la seguridad de que iba a ser absuelto en el Senado, donde los republicanos tienen mayoría de número. El voto moderado de los demócratas equilibró ahora la balanza, pero aún no definió la madre de todas las batallas.
Poco a poco, un partido que llegó a tener más de una veintena de precandidatos, se va depurando. Emblemática resultó la deserción del multimillonario Mike Bloomberg, exalcalde de Nueva York cuya inversión de 600 millones de dólares de su bolsillo en su propia campaña le deparó un triunfo pintoresco en la remota Samoa Americana, territorio insular no incorporado de Estados Unidos en el Pacífico Sur cuyos de 55.000 habitantes no son ciudadanos norteamericanos. Bloomberg declinó a favor de Biden, como poco antes Pete Buttigieg, Amy Klobuchar, Tom Steyer, Beto O’Rourke y Harry Reid, entre otros. La última: Elizabeth Warren.
Biden, de 77 años, pretende que la tercera postulación sea la vencida tras haber fracasado en 2008 y en 1988. Sanders, un año mayor, perdió frente a Hillary Clinton las primarias de 2016. Ambos representan los dos extremos de un cordel que no supo reponerse de la derrota frente a Trump. Un varón blanco católico, miembro del establishment, aupado por el voto afroamericano, contra su reverso. Una suerte de revolucionario con mote de socialista democrático que, más allá de la diferencia de edad, cautiva a los millennials y los menores de 45, pero espanta a los mayores y a los de su generación. No sólo por su edad, sino también por su salud.
Esa franja, la de los baby boomers (nacidos entre 1946 y 1964), representa el 43 por ciento de los votantes, aunque menos de la mitad haya acudido a las urnas en 2016. Ese año, el Medio Oeste, alejado de las costas y leal a Obama en 2012, apostó por Trump frente a un discurso deshilvanado, el demócrata, que no encuentra equilibrio, cuatro años después, entre el progreso que promete Biden y la revolución que alienta Sanders. Falta un rato aún. Quedan primarias en Michigan, Florida, Pensilvania, Ohio, Nueva York y Arizona, entre otros Estados. Y queda, para el electorado, el sabor a poco del único fin en el cual coinciden todos: derrotar a Trump.
De cara al supermartes, Sanders gastó toda la pólvora en California. Su discurso se centró en la gran deuda de Estados Unidos con los suyos, un plan de salud universal, así como en revertir las políticas de inmigración, legalizar la marihuana en todo el país y liquidar el sistema de cárceles privadas. Puso nervioso al establishment, al estilo de Trump en 2016, en un país que bate récords de polarización, según Gallup. El 93 por ciento de los republicanos aprueba la gestión presidencial en contraste con el seis por ciento de los demócratas. ¿La economía personal? Viento en popa, según la mayoría sin distinción entre partidos. Dato clave.
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