La última siesta que pasé conmigo
Frente a la epidemia de insomnio que afecta la productividad, las compañías japonesas promueven una breve siesta en los lugares de trabajo
Por ser un dudoso invento español, Camilo José Cela se atrevió a llamarla “yoga ibérico”. La siesta tiene mala fama en algunas latitudes por su presunta exaltación de la pereza o de la vida pueblerina en contraposición con el ritmo frenético de las ciudades. Es mentira. Los deportistas que se echan un rato antes de la competencia reaccionan con más rapidez y recuerdan mejor las jugadas. Los ejecutivos que disponen de esa posibilidad revierten la habitual somnolencia del mediodía y mejoran la atención, la productividad, la memoria y el estado de ánimo.
En el mundo cunde una epidemia. La epidemia del insomnio, corregida y aumentada por hábitos antes inusuales, como quedarse despierto hasta la madrugada viendo series de Netflix. En Japón, donde la contracción al trabajo representa una tradición y forma parte de la cultura, la epidemia de insomnio tiene un costo para la actividad privada: millones de dólares por año. Las compañías procuran atenuar las pérdidas permitiendo breves siestas en horarios de trabajo, llamadas cabezadas, y alentando a los trabajadores a retirarse antes de las nueve de la noche. También han prohibido las horas extras.
En algunas han instalado camas en habitaciones para hombres y mujeres en las cuales están vedados los teléfonos móviles y otros artefactos tecnológicos. Un estudio británico afirma que la siesta reduce el riesgo de ataques cardíacos y los ataques cerebrovasculares. En 2008, el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, se tomó esas cualidades tan a pecho que, durante una cumbre en la que iba a definir el futuro de Afganistán con otros 40 mandatarios, simuló estar leyendo durante unos 10 minutos mientras, en realidad, promocionaba el supuesto gran legado de su país a la humanidad: dormía como un bebé.
No se trata de una pérdida de tiempo, como aducen algunos escépticos desvelados. La Administración Federal de Aviación de los Estados Unidos (FAA) ha admitido que los controladores de tráfico aéreo que sufren cansancio siguen siendo un problema y que hará lo necesario para garantizar la seguridad de ese importante servicio. En Japón y Alemania, más avanzados en la materia, esos trabajadores toman siestas nocturnas en salas tranquilas con catres. Arquímedes era un pionero y un devoto de la siesta. Isaac Newton descubrió la ley de la gravitación universal mientras descansaba debajo de un árbol.
La palabra siesta deriva del latín sex (seis). Los romanos contaban las horas a partir de la salida del sol. Al mediodía, la hora sexta, el calor era más intenso y, por eso, almorzaban y dormían un rato. En Estados Unidos, como en Japón, los empleados de algunas compañías disponen de un espacio amplio y confortable que invita a la siesta. En España, la Asociación Nacional de Amigos de la Siesta (AMAS) organiza el campeonato anual de siesta, disciplina conocida como el deporte nacional. El jurado evalúa la originalidad del vestuario, el ronquido y la postura inicial. Gana el que duerme más y mejor.
Un estudio de la NASA ha demostrado que los pilotos militares y los astronautas que duermen una siesta de 40 minutos mejoran su desempeño en un 34 por ciento y su atención en un ciento por ciento. El breve descanso da una sensación de bienestar y relajación que gravita en forma positiva en el estado de ánimo y tiende a bajar el estrés, así como a despertar la creatividad. Las más beneficiosas son las de 10 minutos, como la de Zapatero. Es el tiempo ideal para aplacar el sueño; descansar el cuerpo y la mente, y recargar las baterías para no perderse, de noche, la segunda temporada de la serie que todo el mundo comenta.
Twitter: @JorgeEliasInter | @Elinterin
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