Desafío públicamente al Secretario de Medios de la Nación, Juan Manuel Abal Medina y al gerente de noticias de canal 7, Santiago Alvarez a que muestren toda la hora siguiente a la finalización del partido en el que River descendió de categoría. No hay mejor manera de certificar que en ese lapso, las cámaras de la mal llamada TV Pública no mostraron ni un segundo de los gravísimos sucesos que ocurrieron adentro y afuera del estadio Monumental.

Canal 7 tiene que explicar porque mirando ese canal no se pudo ver uno solo de los 89 heridos (50 civiles y 39 policías) derivados a 5 hospitales, ni uno solo de los 50 detenidos por “atentado y resistencia a la autoridad, lesiones y daños”. Solo pido observar los 60 minutos que transcurrieron entre las 16.50 en que mostraron los primeros manguerazos de los bomberos y las 17.50 cuando ya hacía 16 minutos que estaban emitiendo el partido de hockey entre Argentina y China en diferido (¡!) porque se había jugado por la mañana. Hasta ese momento las imágenes oficialistas no mostraron ni uno solo de los 20 locales con sus vidrieras destruidas ni el saqueo de un par de negocios, ni el vandalismo en la concesionaria de Toyota.

Esas cámaras del Fútbol para Todos que obviamente eran las que mejor estaban preparadas porque tenían la responsabilidad de transmitir el partido y todas sus consecuencia no alcanzaron a mostrar ni uno de los por lo menos tres contenedores de basura incendiados por los forajidos, ni como el chofer tuvo que huir del móvil de Crónica TV antes de que lo destruyeran y refugiarse en un patrullero.

En esa hora, tampoco enfocaron ni un instante ni los puestos de panchos reventados ni el la camioneta utilitaria que fue dada vuelta en plena calle después de que le sacaron algunas piezas del motor, ni la densa columna de humo negro que se levantaba por sobre el cartel electrónico de la cancha. Los cronistas, ajenos a la manipulación y el ocultamiento evidente, narraban en off todo lo que podían desde sus posiciones fijas pero las cámaras solo ponchaban algunas escaramuzas menores a la salida y en las tribunas y, la mayoría del tiempo, mostraban las gradas con la gente sentada respetuosamente.
 
Por canal 7 no me enteré en ese momento cómo la infantería retrocedía frente al ataque a pedradas y fierros arrancados de las vallas que utilizaban los agresores, ni de los vidrios destrozados del histórico hall de River, ni del choque feroz entre uniformados y salvajes en el célebre puente Angel Labruna. El canal que debería ser del estado y privilegiar la información no mostró en esos primeros 60 minutos en vivo ni el estado en que quedaron los baños, ni el helicóptero que tuvo que bajar a evacuar un policía herido, ni la impresionante carga de la policía montada, ni los gases lacrimógenos ni las balas de goma, ni el supermercado chino hecho pedazos. Yo me enteré de todo esto mirando otros canales.

Haciendo zapping pude reconstruir lo que ocurrió antes de leerlo en la precisa crónica que al otro día Alejandro Casar González publicó en La Nación. Alguien debería explicar porque el canal que debería ser de todos eligió mostrar “alguito” para no mostrar nada. ¿Quién dio la orden periodística, comercial o política de abandonar semejante caos para pasar un partido de hockey grabado? En la columna de Pablo Sirven de ayer se argumenta que en el 7 le dijeron que “ellos no eran un canal de noticias”, cosa que no es excusa porque las imágenes más contundentes pude verlas en dos canales abiertos. Descarto Canal 13 porque los para-periodistas militantes van a decir que era el monopolio en operaciones pero no hay nada que decir de Telefe que, aunque no es crítico del gobierno, hizo lo que profesionalmente correspondía.

Por eso escribí indignado que la libertad de prensa se había ido al descenso y denuncié censura. Mostrar un par de granitos de arena en lugar de la Cordillera de los Andes es recortar la realidad hasta ocultarla. No exagero un ápice. Cito a La Nación: “Con el partido suspendido y la derrota consumada, el desmadre se apoderó de todo. Gases lacrimógenos, balas de goma para intentar contener lo incontenible.(…) Solo quedaban las postales del destrozo y la indignación de algunos vecinos que, a pesar de su experiencia en desmanes, aseguraban que nunca habían presenciado algo semejante.”

Dice el riguroso cronista: “Cuando oscureció, pasadas las 18, el descontrol de las inmediaciones amainó”. En la televisión K hacía 25 minutos que Luciana Aymar daba cátedra. No me rasgo las vestiduras porque se que hay distintos cristales para mirar la subjetividad. Pero la única verdad es la realidad.