A esta altura hay que decir que Alejandro Vandenbroele es un muchacho de suerte. Un genio de los negocios. Jamás en su vida supo como se fabricaba un billete ni tuvo relación con la industria gráfica.

Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, se apoderó de la empresa privada mas importante de la Argentina en ese rubro: la tristemente célebre Ciccone Calcográfica. Pero eso no es todo. No se le conocía ningún tipo de antecedentes en el rubro reestructuración de deudas provinciales. Jamás estuvo vinculado a esa actividad económica tan técnica.

Sin embargo, el prestigioso periodista Hugo Alconada Mon reveló que la provincia de Formosa le pagó más de 7 millones de pesos por asesorarlo en ese tema. ¿Escuchó bien? El Papa Gildo Primero, el señor feudal de una de las provincias más pobres y corruptas que los kirchneristas pintan como si fuera Suiza, le puso en el bolsillo 7 millones de pesos a Alejandro Vandenbroele. ¿Cuál fue el motivo? ¿De donde lo conocía? ¿Es una casualidad? ¿La diosa fortuna se enamoró de Vandenbroele? ¿Es un modesto monotributista que fue tocado por la varita mágica?

Son muchas preguntas que tienen como respuesta un nombre y un apellido: Amado Boudou. ¿Será cierto lo que denunció la esposa de Vandenbroele de que estamos ante la presencia de su testaferro? Cada vez hay más pruebas e indicios. Cada olla que se destapa despide un olor nauseabundo. El actual vicepresidente dejó sus huellas groseras en cada uno de los negociados que beneficiaron a Vandenbroele a quien dice no conocer.

¿Quién era el ministro de Economía cuando Formosa renegoció exitosamente su deuda? Amado Boudou. ¿Quién firmó una nota pidiendo un trato especial a la AFIP para la ex Ciccone? Amado Boudou. ¿A quien invitó Vandenbroele con seductores viajes de placer? Al hermano de Boudou y al íntimo amigo, socio y testigo de casamiento, José María Nuñez Carmona. No hace falta ser juez para darse cuenta que dos mas dos es cuatro.

No es casual que en el propio seno del gobierno ya no sea el ministro mas Amado. Todos tratan de gambetearlo. Cruzan de vereda cuando aparece. La encuesta de Mariel Fornoni lo muestra como uno de los funcionarios con mayor imagen negativa. Ya supera el 52 %. Por eso es tan grave lo que está pasando. Por la actitud negadora y de encubrimiento que adoptó la presidenta Cristina Fernández. Es una lástima que no lo haya arrojado por la borda para largar lastre como hizo Dilma Rouseff en Brasil. Cristina no quiso pagar el costo político de despedir a un empleado que designó ella sola. Pero todo indica que la jugada le salió al revés y ahora es mayor su deterioro porque para algunos aparece como cómplice. Y eso es muy grave para la investidura presidencial.

Lo denunció a viva voz Elisa Carrió en el recinto de diputados. “Esto no es un negocio personal de Boudou, es un negocio del poder”. Fue muy dura Carrió al calificar de “traidores a la patria” a los legisladores que votaron la expropiación de Ciccone porque muchos entendieron que se trataba de dos temas distintos. Pero es cierto que esa sesión será histórica. Como de la de Banelco. No hay escándalo mayor en la era del cristinismo.

Todo un proyecto político presuntamente progresista y un gobierno presuntamente popular tapando los delitos de chico listo recién llegado del neoliberalismo y fuertemente reconvertido en revolucionario de pacotilla. Por eso no hay dueño de Ciccone que se queje como todo expropiado. Por eso Cristina no hizo un discurso épico de la emancipación como si hizo con YPF o Aerolíneas. Por eso en las galerías no estaban los muchachos de La Cámpora con las banderas de liberación nacional. Todos cubrieron a Boudou por obediencia debida. Por disciplina partidaria.

Para no perjudicar a Cristina se tragaron un sapo del tamaño de la Casa Rosada. La maquinaria propagandística de fútbol para todos quiso ayudar en la defensa de Boudou y lo mandó al frente a Agustín Rossi que en el spot dice que “Boudou no está ni siquiera imputado”, cosa que, claramente, no es cierto. Ayer trascendió que anda circulando en el gabinete un papel firmado por Amado donde le recomienda al estadista formoseño Gildo Insfran que contrate a Vandenbroele.

¿Será cierto? ¿Habrá sido tan torpe como lo fue con Ciccone y puso su firma? Veremos. Por ahora, son las huellas de Boudou que bien podría ser el título de una novela policial. Resulta que aparece el cadáver de la honradez tirado en el suelo y hay que averiguar quien fue el asesino. ¿Usted de quien sospecha?