Lo más grave del procesamiento de Héctor Capaccioli no es el chancho sino quien le dió de comer. Porque Capa, como era conocido en el kirchnerismo, no es un perejil. Fue procesado por malversación de caudales públicos y abuso de autoridad en el manejo nada transparente de casi 50 millones de pesos y en la causa principal de la mafia de los medicamentos se lo acusa de integrar una asociación ilícita, entre otras cosas terribles.

Pero insisto, Capa no fue un consejal de un pueblito perdido del interior del país. Fue la mano derecha de Alberto Fernández que a su vez fue la mano derecha del matrimonio Kirchner. Y también fue el recaudador de la campaña electoral que llevó a Cristina Fernández a la presidencia.
 
Por eso le digo que lo más grave está en la cima del poder político. ¿O alguien puede creer que Capaccioli hizo lo que el juez Oyarbide sospecha que hizo por su propia cuenta y orden? ¿Ese funcionario hacía lo que él quería o lo que le ordenaban? Puede ser que su responsabilidad sea exclusiva en los aspectos más patéticos de la causa.
 
Hablo del manejo impune de la caja chica. Eso de comprar un straplees drapeado, una remera símil piel de leopardo, un llavero de 350 pesos, una cuna, mates, eso de pagar comidas con vinos carísimos con el dinero de todos los argentinos en el restaurant, oh casualidad de la esposa de Capaccioli en Puerto Madero. Un capo el capa. ¿No le parece? La hizo completa.

Nada que los argentinos no conociéramos. Nada que los periodistas independientes no hayan denunciado junto a dirigentes políticos honestos y valientes como Graciela Ocaña.

Hoy los cables secretos de la embajada de los Estados Unidos que destapó José Wikileaks lo dicen con toda claridad. El gobierno de los Kirchner no tuvo voluntad política de erradicar la corrupción de estado. Aseguran que no quisieron combatir la corrupción y ponen la lupa en algunos temas calientes que tienen nombre y apellido: Julio de Vido o las escandalosas compras de tierra en el Calafate por parte de Néstor Kirchner que pagó a precio vil lo que luego vendió por fortunas. Yo iría un poco más a fondo. Diría que este gobierno no solamente no combatió la corrupción.
 
Combatió a los que combatieron la corrupción. No es solamente un juego de palabras. Es la explicación del porque en todo momento el kirchnerismo se dedicó a debilitar o liquidar los organismos de control y también al periodismo no militante que es el que muchas veces hace de fiscal del poder y destapa ollas que los gobiernos quieren tapar.

Pero no me gustaría terminar esta columna con al sabor amargo de que todo está perdido y de que todos los políticos se enriquecen ilícitamente. No creo que sea así. Todos los partidos políticos tienen muchos ejemplos de militantes dignos, honrados que están en la política para extirpar las injusticias y llevar igualdad de oportunidades a todos los argentinos.
 
En este caso, la contracara de Capaccioli es Graciela Ocaña. Ella fue una funcionaria digna. Ella cortó el chorro de las cajas negras y el dineroducto que iba al bolsillo de los funcionarios. Lo digo literalmente: cortó el chorro.

Despidió a Capaccioli de su puesto. Investigó, denunció, tuvo capacidad para ser rigurosa en sus presentaciones y coraje para bancar aprietes y amenazas. Capaccioli y Ocaña fueron funcionarios de este gobierno. Son las dos caras de la moneda. Hoy los dos han vuelto al llano pero están en situaciones muy distintas. Capaccioli está procesado y Ocaña prestigiada. Capaccioli está sospechado y Ocaña elogiada. Es la gran diferencia: unos ponen la mano en la lata y otros tienen las manos limpias. Nosotros elegimos.

Ocaña, Capaccioli, Cristina