Libia: un país, tres gobiernos, mil problemas
Cinco años después de la muerte de Gadafi, terroristas, mafias, milicias y traficantes se disputan el poder a expensas de un pueblo condenado a vivir en zozobra
Lejos de enderezar a Libia, la intervención militar para terminar con la dictadura de Muamar el Gadafi terminó torciéndola aún más. Fue un “error de Occidente”, según el presidente de Francia, François Hollande. Quizá como la guerra contra Irak, salvando las distancias. La ejecución de Gadafi, al amparo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), resultó ser, a los ojos del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, “un espectáculo de mierda”. Libia es ahora “un desastre”. Tiene tres gobiernos y mil problemas, originados por la turbadora presencia del Daesh o Estado Islámico, de Al-Qaeda y de traficantes de refugiados, armas y drogas.
Cinco años después de la cumbre sobre Libia celebrada en París durante la cual el primer ministro británico, David Cameron, dijo que había llegado la hora de actuar, y de “hacerlo con urgencia”, la urgencia agobia a los libios. Están expuestos a la inseguridad, la falta de dinero y los cortes frecuentes de la electricidad. El país pasó página de la Primavera Árabe, contagiada por las incipientes transiciones en Túnez y en Egipto, con luchas por el poder y por el control del petróleo.
La operación militar recibió el nombre de Amanecer de la Odisea. Nunca amaneció en Libia después de la noche del 19 al 20 de octubre de 2011, la última de Gadafi tras 42 años en el poder. Su captura y ejecución, difundidos en videos por las redes sociales, alentaron el caos e inhibieron una transición democrática. Gadafi, antes de caer en desgracia, se codeaba con los líderes europeos y era una suerte de tapón para miles de personas que, agobiadas por los conflictos y las hambrunas, anhelaban cruzar el Mediterráneo desde Libia, nación creada en 1951 sobre las cenizas del colonialismo otomano e italiano.
Gadafi derrocó al primer gobierno libio, el del rey Idris I, e instauró una dictadura unipersonal. Desde su caída, según Amnistía Internacional, todas las partes involucradas cometieron crímenes de guerra y violaron los derechos humanos: los migrantes y refugiados, “cautivos por las mafias” en esa puerta de salida del norte de África, “son golpeados con palos, mangueras, culatas de fusil, barras de hierro, y sometidos a descargas eléctricas, privación de los servicios sanitarios, falta de alimentos y agua, además de no tener una cama o manta”. Aberrante. Tanto, tal vez, como la tiranía de Gadafi.
Libia tiene tres gobiernos simultáneos. Dos están en Trípoli. Uno, apuntalado por la ONU, iba a ser el de la unidad nacional. El otro, llamado Congreso Nacional General, de tendencia islamista, es apoyado por Qatar y Turquía. El tercero, en Tobruk, al este del país, zona de pozos petroleros, ha sido reconocido por la comunidad internacional tras las elecciones de 2014. Lo lidera el general Jalifa Hafter con la aquiescencia de Egipto y los Emiratos Árabes Unidos.
En el atolladero de nada sirven, cinco años después, los reproches del Parlamento británico a Cameron por la falta de previsión en la intervención militar ni tampoco las quejas de Obama a sus pares europeos por el escaso compromiso en la reconstrucción institucional y económica de un país arrasado que besa sus orillas.
Después de la pesadilla de Gadafi, los libios no han podido recuperar el sueño.
@JorgeEliasInter | @Elinterin
Suscríbase a El Ínterin