Se viene el 2012. ¿Qué nos espera? ¿Cómo viene la mano?, son las preguntan que nos hacen y nos hacemos. Como todos los años, el 2012, está cargado de incógnitas y esperanzas. El primer dato político es bueno: no hay elecciones y por lo tanto es un año ideal para la construcción de mayores niveles de igualdad y de reconstrucción para los diversos partidos opositores que han quedado destruidos después de la paliza que Cristina Fernández les dio el día de su reelección.

En lo económico las noticias no son tan buenas. Todo indica que la crisis de Europa y los Estados Unidos va a generar por lo menos un freno al crecimiento y por eso se viene un tiempo de mayor austeridad y más pedidos de sacrificio. Este será un año de prudencia y no de tirar manteca al techo. La primera esperanza es que el gobierno recorte un poco sus monumentales gastos de autopromoción y redireccione esos multimillonarios recursos para incluir a los más pobres de los pobres, a los desocupados y a combatir el trabajo en negro. Si las fortunas que se gastan en el tachin tachin van a fomentar la legalidad laboral y la ayuda directa a los mas necesitados habremos dado un paso muy firme en la consolidación de la justicia social y por ende, en la capacidad reparadora de la democracia. Esta es una incógnita y una esperanza a su vez. La incógnita política más importante que hay que despejar en el 2012 es lo que la presidenta hará con su potente herencia política.

Eso marcará a fuego el tiempo que viene. Habrá más autoritarismo chavizante si se intenta forzar la reforma de la Constitución Nacional que le prohibe ser candidata presidencial a una sola persona: Cristina Fernández de Kirchner. Habrá mayor calidad institucional si la presidenta ayuda a parir otros candidatos de su espacio. Si es cierto, como ella misma lo ha dicho, que apostará a la renovación generacional y ética de la política será muy bienvenida.

Solo nos queda hacer votos para que esa competencia y lucha por la sucesión dentro del peronismo se haga con las mejores armas de las ideas y los proyectos y no con las patotas y la violencia. ¿Será el año del asalto final al periodismo independiente o todo se irá encarrilando hacia el respeto por la ley y la libertad de prensa? Por ahora, sin nos guiamos por estos últimos días la cuestión viene de fuerte tensión y arbitrariedad lo que augura la profundización de los rasgos autoritarios y escrachadores de los medios adictos al gobierno.

Si se toman las precauciones a tiempo la economía sufrirá menos de lo previsto. Y si se hace con un criterio popular, democrático y progresista deberá evitarse que la crisis la paguen los que menos tienen. Que el esfuerzo mayor, en impuestos a actividades rentísticas y financieras no gravadas, sea de los que mas pueden. Que el trabajador no pague impuestos. Que los jubilados reciban lo que les corresponde con el 82%. Que la intervención en el mercado del dólar para frenar la fuga de capitales no instale tasas tan altas que terminen guillotinando el crédito como está pasando en estos días.
 
Sin préstamos accesibles a los ciudadanos que quieren progresar y a las pequeñas industrias que no tienen capital, es muy difícil poner en marcha la rueda productiva que agregue valor a la situación social. La esperanza es lo último que se pierde y por eso nos resistimos a creer que se mantenga la malversación de las estadísticas públicas del INDEC que envenenan todos los estudios serios. Sin diagnósticos rigurosos es muy difícil acertar con las mejores medicinas. Ojalá se pongan en marcha todos los mecanismos innovadores en la ciencia y la tecnología que se han prometido. Un salto cualitativo y cuantitativo en la educación de nuestros hijos. La mayor convivencia social posible en paz.

Que las protestas sean razonables y las respuestas inmediatas. Que el crimen y el robo sean extirpados de una buena vez de nuestras vidas cotidianas. Que nadie ataque al prójimo, que todos comprendan, que se debata con fuerza y apasionadamente alrededor de los valores y las estrategias, pero que la intolerancia encuentre cada vez menos espacios. Que nadie meta la mano en la lata. Y que el que la meta, vaya en cana. Que el hambre cero se convierta en nutrición diez y en exportación 100. Que la fábrica de alimentos atienda a la mesa de todos y que después se transforme en locomotora de crecimiento. Que el amor, la solidaridad, la generosidad, la valentía y el diálogo ayuden a fundar una nueva Argentina. Esa que soñamos entre incógnitas y esperanzas. Esa por la que brindamos en todas las mesas. Ojalá eso sea lo que viene.