Una de las cosas más injustas que hicieron Néstor y Cristina fue ponerle camiseta partidaria a los derechos humanos. La cooptación de las Madres y las Abuelas fue un grave retroceso que dejó afuera a muchos argentinos de bien. Hay miles de socialistas, radicales, peronistas no kirchneristas, conservadores, socialcristianos o independientes que siempre defendieron esos valores y que fueron marginados solo porque no simpatizan con quien gobierna la Argentina desde el 2003.

Eso es triste por donde se lo mire. Primero porque por definición, los derechos humanos son universales en todo el sentido de la palabra. Son y deben ser de todos. No solamente de los que gobiernan. Un partido político, por mas grande que sea, como su nombre lo indica, es un partido, una parte del todo. Es decir que achicaron la base social de los derechos humanos y los convirtieron en el mejor de los casos en una bandera de un solo sector y en el peor, en un escudo para ocultar la corrupción y otras maldades.

Apañar su autoritarismo y entregarle más de 700 millones de pesos a Hebe Bonafini y Sergio Schoklender para construir viviendas fue tal vez el más grande de los despropósitos. Nadie manchó tanto ese pañuelo blanco como la cercanía de esos personajes y otros como Amado Boudou, por ejemplo. El símbolo de la resistencia de las Madres de Plaza de Mayo a la dictadura es indestructible por su magnitud. Pero claramente hoy tiene menos apoyos que antes de que el kirchnerismo los complicara en las internas del poder oscuro.

Con Estela Carlotto también pasó algo preocupante. No es tan grave como lo de Hebe porque aquí, por suerte, no hubo dinero de por medio. Pero también la involucraron en apoyos a listas de candidatos y en actos proselitistas. Eso fue erosionando la amplitud y el pluralismo que la presidenta de las Abuelas siempre tuvo. El caso de los hijos de Ernestina Herrera de Noble fue un golpe bajo.

Al grupo Clarín y a su dueña como a todos hay que criticarlos por lo malo y no por lo que se supone es malo. Clarín es un grupo poderoso que en muchos planos incurrió en abusos de su posición dominante. Suele ocurrir que las empresas gigantes pisen muchos derechos por la propia actitud paquidérmica de sus movimientos. Y eso hay que criticarlo. Y ponerle límites legales. Pero no se pueden utilizar y malversar los derechos humanos con el único objetivo de quebrar a un grupo periodístico.

Quedará en la historia negra de los derechos humanos las barbaridades que los enemigos de Clarín dijeron parapetados detrás de la causa de los hijos. Apropiadora, manchada de sangre, terrorista de estado, dijeron los kirchneristas. La propia Estela, lamentablemente, se prendió en acusaciones gravísimas que no habían sido probadas y que ahora se sabe que no eran ciertas. Porque Marcela y Felipe se hicieron todos los análisis que les ordenó la justicia y fueron contrastados con todos los ADN disponibles y el resultado fue cero.

No hay un solo dato cierto ni sospecha de que ellos sean hijos de desaparecidos. ¿Qué dirán ahora los lacayos del poder disfrazados de periodistas que insultaron de la peor manera a una mujer? ¿Que actitud tomarán en las Abuelas que llegaron a caracterizar a los hijos como rehenes en una jaula de oro o parte de una propiedad privada? ¿Habrá pedido de disculpas y autocrítica pública de la presidenta de la Nación que llegó a decir en la ESMA que si acá no había justicia iba a acompañar a Estela por los tribunales internacionales? ¿De donde sacó Timerman esa historia de que Ernestina quiso adoptar a los chicos para despojar de la herencia a la hija biológica de Roberto Noble?
Con que liviandad hablaron muchos. El canciller dijo que el “negacionismo de Clarín era una actitud inmoral”. Los auténticos luchadores por los derechos humanos, los que estuvieron desde el principio y desde el llano, siempre hablaron de reclamar verdad, justicia, castigo y condena. Los oportunistas que se subieron al tema solo para atacar a Clarín son de una perversidad notable. Impusieron de facto el castigo y la condena sin esperar la verdad y la justicia. Es que los ciega el odio que llevan adentro. Por eso, durante una década, fomentaron la persecución a dos jóvenes que no tuvieron paz. Hoy está probada la inexistencia de delito. Es hora de que la causa se cierre. Es hora de que los inquisidores de estado pidan perdón públicamente. Si es que de verdad respetan todos los derechos humanos. Los de Marcela y Felipe, también.