Le doy mi palabra que la credibilidad no solamente está en la rigurosidad de la información que se transmite o en la verificación empírica de lo que se afirma. Si se confía o no en lo que se dice también tiene mucho que ver con quien lo dice. Le doy un par de ejemplos de un lado y del otro. La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo Estela Carlotto o Eduardo Luis Duhalde en los temas de violaciones a los derechos humanos tienen autoridad moral y consecuencia histórica. En su afán de defender al gobierno con el que simpatizan tal vez puedan exagerar o reforzar un concepto o potenciar la importancia de un caso por encima de los demás. Pero se construyeron a si mismos como portadores de una identidad suficientemente como para que sus dichos tengan la fuerza de las verdades o por lo menos de las no mentiras. Podrá gustar o no lo que dicen y hacen, se podrá estar de acuerdo o no, pero hablan desde un lugar que conocen porque habitan en él hace más de tres décadas.

Por el contrario, en las últimas semanas el gobierno nacional adquirió como voceros en tres temas claves a Osvaldo Papaleo, Osvaldo Cornide y Amado Boudou que no tienen una sola vela prendida en el altar del progresismo argentino. Papaelo, antes de ser víctima de los militares fue funcionario de Isabel Perón durante el reinado fascista de José Lopez Rega. Esa negra etapa histórica produce rechazo y abre llagas de horror en la piel de toda la centro izquierda democrática y la militancia revolucionaria.
Los carapintadas de Aldo Rico y los de Seineldín en sus levantamientos en armas contra la democracia contaban que entre los empresarios amigos que solían hacer algún aporte económico para la causa estaba Osvaldo Cornide.

El mismo que, según reveló aquí nuestro compañero Maximiliano Montenegro con documentación en la mano, fue pieza activa en el lock out patronal que desestabilizó la democracia y abrió las puertas para el desembarco del golpismo de Videla, Massera y sus cómplices. Encima, un año después del asalto al poder, cuando se producía el pico de secuestros y desapariciones, Cornide publicó una carta de felicitaciones a los uniformados. Nadie puede asegurar si la actual obediencia de Cornide al matrimonio presidencial tiene algo que ver con un fondo de 12 millones de pesos para capacitación de empleados que recibe la entidad que preside.

En el caso del ministro Boudou, su sobreactuación ha generado ironías y chascarrillos. “Mas falso que Boudou cantando la marchita”, dicen los kirchneristas de la primera hora como una forma de exorcisarse en salud. Los recitales guitarra en mano, su sobreactuado lenguaje combativo a las antípodas de su histórica pertenencia incluso como profesor a la ortodoxia liberal y la falta de pinet para acusar a la justicia de fallos y velocidades que no lo satisfacen, lo dejaron peligrosamente al borde del ridículo que, según Juan Perón,es el lugar del que nunca se vuelve. Amado escribe su propia película “Diario de Motocicleta” como la del Che, pero a bordo de una de sus Harley Davidson. Todo gobierno debe cuidar lo que dice y como lo dice. Pero para que la gente les crea es fundamental saber quien lo dice. Y en este tema de los voceros los K últimamente andan flojos de papeles.
Papaleo, Cornide, Boudou.