Mariscal de la derrota
La batucada de Sergio Massa fue una editorial construida con cantitos: Y ya lo vé/ y Ya lo vé/ es para Cristina, que lo mira por Tevé.
La batucada de Sergio Massa fue una editorial construida con cantitos: “Y ya lo vé/ y Ya lo vé/ es para Cristina, que lo mira por Tevé”. Es que la presidenta de la Nación fue claramente la Mariscal de la fuerte derrota que sufrió ayer el Frente para la Victoria. Los resultados indican que se trató de la peor actuación tanto a nivel nacional como en la provincia de Buenos Aires desde que Néstor Kirchner llegó al poder. El cristinismo sacó menos votos que el kirchnerismo en el 2009. Y se perdieron provincias y distritos bonaerenses impensables en otros tiempos.
Y como si esto fuera poco, la presidenta tiene una gran porción de responsabilidad porque ella fue la que tomó todas las decisiones. Puso el cuerpo y recibió un voto castigo mucho más fuerte del que todos imaginaban. Un verdadero tsunami que le arrancó la mitad de los votos que había sacado en el 2011.
Ella fue la responsable de la mala praxis de los últimos tiempos en el gobierno. Del cepo odioso e ineficaz, de los impuestos al trabajo, de tolerar altísimos niveles de corrupción y de fomentar el autoritarismo perseguidor hacia todo el que no piensa como ella. Nadie mas que ella fue la que resolvió designar a Cesar Milani al frente del Ejército, pactar indignamente con Irán, bancar a Guillermo Moreno y a Luis D’Elía o aceptar la sociedad corrupta con Lázaro Báez. Fue ella la que encabezó la ofensiva para domesticar a los medios de comunicación y a la justicia. Y finalmente, fue Cristina la única responsable de haber designado a candidatos de muy mala respuesta electoral como Martin Insaurralde, Daniel Filmus, Juan Cabandié, Norberto Yahuar, Jorge Obeid o los muchachos de La Cámpora para hacer un papelón en Santa Cruz.
Nadie la obligó a retar a todo el mundo y a robarle una foto al Papa al que no podía ni ver y combatía cuando era el cardenal Jorge Bergoglio. Ella sola se fue aislando hasta quedarse con los más verticalistas y obsecuentes. Muchos dicen que su gobierno o desgobierno fue derrochando el capital político que había construido su marido. Ayer, su caída electoral tan pronunciada terminó sepultando los restos del intento de reelección y tal vez, si no reacciona a tiempo parecer haber llegado el final para su conducción política que a todas luces fue caprichosa y equivocada. Se cansó de gritarle a los pocos que se atrevieron a sugerirle alguna crítica, se dedicó a expulsar a los que se permitían dudar y se creyó la dueña de la verdad, una soberbia que las multitudes suelen no perdonar.
Anoche en su discurso, como es su costumbre, tuvo cero autocrítica y no reconoció un solo error. Filmus perdió porque los porteños son gorilas, Insaurralde porque era un desconocido y el pueblo se tiene que hacer cargo de los errores que comete como por ejemplo no votar a las listas que ella dibujó casi en la soledad de su despacho. Es verdad que falta mucho, que recién el 27 de octubre se definirá la distribución de diputados y senadores, pero, desde el punto de vista político, el cristinismo retrocedió varios casilleros, pese a que Horacio Verbitsky vaticinó un 35% de los votos.
Ayer soplaron vientos de cambio en casi todo el territorio nacional. El oficialismo nacional perdió en ciudades y distritos en donde siempre ganaba. Hay un llamado fuerte de atención. Un tirón de orejas fenomenal a la presidenta de la Nación. Un cambio de época. La consigna de Cristina fue que en la vida hay que elegir y más de 7 de cada 10 argentinos eligieron votar cualquier otra lista que no tenga nada que ver con ella. Algo muy fuerte pasó este domingo. Perdieron los dos aparatos más poderosos de la Argentina, el que comanda Cristina en la Nación y el que conduce Scioli en la provincia. Hubo 91 intendentes que apoyaron a Insaurralde y quedaron colgados del pincel por culpa de Cristina. Las urnas expresaron el hartazgo por tanta altanería y tanta incapacidad para gobernar. Los cacerolazos que fueron ninguneados fueron un anticipo. Ayer la gente pegó una suerte de grito multitudinario al oído de una presidenta que no escucha ni quiere escuchar. Fue una típica actuación de un mariscal de la derrota.