Mundo en guerra
Con aliados árabes, los Estados Unidos se han propuesto destruir al Estado Islámico, facción extremista que ha cometido atrocidades al apoderarse de territorios en Siria e Irak
¿Es la Tercera Guerra Mundial “por partes”, azuzada por intereses espurios como la codicia y permitida por la indiferencia? La definió de ese modo el papa Francisco durante una visita a los cementerios de Fogliano Redipuglia, al norte de Italia. Allí yacen miles de caídos durante la Primera Guerra Mundial, de la cual se cumple un siglo. Las partes, de ser corroborada la hipótesis del Santo Padre, se engarzan con afanes extremistas, nacionalistas e imperialistas, no exentos de atrocidades, en Siria, Irak, Libia, Gaza, Afganistán, Sudán del Sur, la República Centroafricana, Mali, Somalia y Ucrania. Son diez conflictos simultáneos, anudados entre sí.
Los Estados Unidos armaron ahora una coalición de treinta países para destruir al Estado Islámico (EI). Esa banda terrorista, desmarcada de Al-Qaeda, se ha apoderado de vastos territorios en Siria e Irak y ha herido las pupilas de la humanidad con las decapitaciones de dos periodistas norteamericanos, un cooperante británico y, por medio de una filial argelina, un turista francés. Aviones norteamericanos, secundados por Francia y cinco aliados árabes, Jordania, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Qatar, iniciaron la ofensiva. Consiste en ataques aéreos, apoyo a las fuerzas locales, inteligencia, contraterrorismo y ayuda humanitaria.
La coalición es frágil. Pende de alfileres, sobre todo por la desconfianza que despiertan los Estados Unidos en la región. La súbita aparición y expansión del grupo sunita EI se debe, entre otras razones, al sectarismo, la represión, la corrupción y la ineficacia de gobiernos chiitas como el del ex primer ministro iraquí Nuri al Maliki, aupado por George W. Bush y su sucesor, Barack Obama, renuente al desembarco de tropas norteamericanas después de haberlas retirado. En esta cruzada contra el EI, Obama incluso mencionó el uso de drones, como ocurre en Yemen, Somalia y Afganistán. En ninguno de esos países han tenido éxito contra las organizaciones terroristas.
En la región, las más candente y estratégica del planeta, prevalece la pugna por la hegemonía entre Arabia Saudita, dominado por sunitas, e Irán, dominado por chiitas. Arabia Saudita apoya a la oposición sunita en Siria y rechaza en Egipto a los ahora raleados Hermanos Musulmanes, respaldados por Turquía y Qatar. Irán apoya al dictador de Siria, Bashar al Assad, así como a Hezbollah en el Líbano y Hamas en la Franja de Gaza. En ese tablero de intereses atravesados, Arabia Saudita y los Estados Unidos, más allá de sus diferencias, combaten en conjunto contra el EI. Irán se negó a cooperar.
El comienzo de la represalia aérea coincidió con la liberación de 49 ciudadanos turcos que mantenía secuestrados el EI. Turquía apela a la cautela: teme que la batalla consolide a los kurdos iraquíes y, después, a los kurdos turcos. ¿Quién gana en este volátil escenario? El dictador sirio Assad, hasta hace poco asilado por la comunidad internacional. ¿Por qué? Mientras los Estados Unidos repelen en el territorio sirio al EI, Assad cuenta con los favores de Rusia (sancionado por Occidente tras la anexión de Crimea), China, Irán, Jordania y varios países ricos del Golfo. Una paradoja después de haber sido candidato al infierno por aniquilar inocentes con gas letal.