No hay vientos favorables
Está claro que el desafío para la oposición es realmente muy complicado. Muy cuesta arriba. Nadie sabe como encarar una campaña electoral con un resultado cantado donde Cristina va a ganar por paliza.
Está claro que el desafío para la oposición es realmente muy complicado. Muy cuesta arriba. Nadie sabe como encarar una campaña electoral con un resultado cantado donde Cristina va a ganar por paliza.
¿Cómo enfrentar a un gobierno que acaba de conseguir casi 11 millones de votos y con más de la mitad de la opinión pública que demuestra su conformidad con la gestión del oficialismo? ¿En que lugar debe pararse un candidato no kirchnerista ante un crecimiento histórico del Producto Bruto, o la creación de 5 millones de puestos de trabajo o un consumo que funciona como una verdadera locomotora? ¿Qué debe hacer alguien que no comulga con el cristinismo? ¿Alcanza con denunciar las mentiras del INDEC, la fuga de capitales o la poca inversión? ¿Es suficiente con advertir que el edificio económico está demasiado parado solamente en dos pilares como las exportaciones a Brasil y el oro verde de la soja? ¿Sirve de algo advertir la gravedad de la corrupción ligada al estado como la mafia de los medicamentos o la forma en que se enriquecieron funcionarios o militantes del kirchnerismo como Ricardo Jaime y Sergio Schoklender? ¿Tiene algún peso que la preocupación por la inseguridad haya sido subestimada por el gobierno que finalmente se ocupó tarde y mal del tema? No quiero cargar las tintas de la crítica a los partidos de oposición porque entiendo que es muy complicado encontrar el mejor camino para hacer lo que tienen que hacer.
No quiero hacer leña del árbol caído. Se que reciben palos porque bogan y porque no bogan. Porque son demasiado críticos y agoreros y también por que son demasiado suaves y dialoguistas. Porque no se unen entre los distintos partidos y porque hacen alianzas oportunistas. Pero también se que no hay democracia consolidada si no hay una oposición que sea fuerte, inteligente, creativa, que sea realmente una alternativa de poder que mejore al oficialismo y lo obligue a no dormirse sobre los laureles y a mejorar en su rendimiento.
La democracia es competencia. Es ofrecer alternativas a los votantes. Mostrar los mejores cuadros dirigentes, los mas capaces y los mas honestos y también los mejores programas en general y las mejores acciones concretas en particular para cambiar la vida cotidiana de la gente. La definición de gobierno del socialista Ricardo Lagos la comparto en toda su profundidad. Gobernar, dice el ex presidente chileno, es producir la mayor cantidad de felicidad posible para la mayor cantidad de gente posible.
Es luchar para que cada vez haya menos inequidades y para erradicar definitivamente las plagas sociales como la desnutrición, el hambre, la desocupación, la marginalidad, el paco y las otras drogas. Por eso humildemente propongo un camino para la oposición, una metodología. Armar una especie de gabinete en las sombras o equipos de trabajo en cada tema, si prefiere.
Allí cada partido mostrará quienes serán sus mejores funcionarios en caso de llegar al gobierno. Y en cada ministerio, o en cada área monitorear todo el tiempo cada medida que tome el gobierno. Y en cada medida, decir con toda claridad como haría para mantener y mejorar las buenas decisiones como la Asignación para hijos de desocupados o trabajadores en negro, por ejemplo. O plantear como harían para cambiar o modificar lo malo, con que herramientas y con que dinero y advertir con rigurosidad técnica sobre las posibles tormentas que se vienen. Y sobre todo, marcar un rumbo, un horizonte que convoque y enamore. Explicar a los argentinos con que vientos piensan navegar si les toca conducir el barco.
La frase de Séneca ya es un lugar común pero al mismo tiempo una verdad revelada: No hay vientos favorables para el que no sabe a donde va. Nada de esto garantiza una victoria en las elecciones. Pero es una forma de fortalecer a la política y a los partidos. No hay otra manera de fortalecer la democracia.