Nunca se llevaron bien pero este es el peor momento en la relación entre Estela Carlotto y Hebe Bonafini. Las declaraciones de ayer de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo hay que interpretarlas como una ruptura de relaciones. Hebe nunca le perdonará a Estela que haya tomado tanta distancia. Seguramente siente esto como una traición. Como si Hebe o la entidad que preside estuviera contaminada por el contagioso virus del desprestigio.

Estela eligió cada palabra con la frialdad de una cirujana. Fue casi un clamor: “Que la gente no nos confunda con las Madres”. Y se atrevió a decir lo que ningún kirchnerista se había atrevido a decir: “Ella es quien dirige esa institución y no puede estar ajena a lo que pasa y a lo que ha pasado”. Fue de una claridad impresionante. Es que la justicia dirá si Bonafini es culpable de algo pero que es responsable no hay ninguna duda. Como si esto fuera poco, Estela avanzó explicando en detalle las diferencias entre ambas instituciones que son autónomas: “Tenemos objetivos, disciplinas, tácticas y actitudes distintas. No es nuestra misión convertirnos en una empresa constructora” y remató hablando de la relación entre Hebe y el delincuente de Sergio Schoklender: “siempre nos extrañó la simbiosis entre ambos”. La relación entre Hebe y Estela ya no tiene retorno. Nunca más aparecerán juntas en un acto para defender la bandera de “Cristina presidente” como lo hicieron algunas veces por pedido de Néstor Kirchner.

Porque son absolutamente distintas más allá de que ambas cometieron el mismo error de colocarse una camiseta partidaria. Ya lo dijimos varias veces. Partidizar a los organismos de derechos humanos no es un buen camino. Porque los derechos humanos son de todos y no de un partido y mucho menos de una fracción interna de un partido. Siempre pensé que los organismos de derechos humanos deben universalizar sus actuaciones y no sectorizarlas y, además, mantener la mayor independencia de los partidos políticos. No solamente del kirchnerismo, de todos los partidos políticos. Para poder denunciar con libertad las violaciones a los derechos humanos que es el motivo de su existencia.

Pero es verdad que Hebe y Estela tienen un origen común. Ambas fueron paridas por sus hijos desaparecidos durante el terrorismo de estado y porque resolvieron salir a pelear por la aparición con vida. Lo hicieron armadas solamente con un pañuelo blanco y un coraje heroico. Después todo fue un camino divergente. Una diferencia tras otra. Hubo enfrentamientos duros y ofensas vinculadas también al dinero cuando las Abuelas aceptaron recibir la indemnización del estado por la desaparición de sus hijos y las Madres lo calificaron de herejía. Estela es una mujer serena que dialoga con todo el mundo aunque eso no le quita firmeza para buscar a los nietos desaparecidos. Lo demuestra una vez mas enfrentando el poder inmenso del grupo Clarín en el reclamo para que los hijos de Ernestina Herrera de Noble se hagan el ADN para establecer si son o no hijos de desaparecidos.
 
En cambio Hebe es autoritaria y no tiene problemas en celebrar a los narcoterroristas de la FARC, a los del tiro en la nuca de la ETA, como diría Serrat y hasta a Bin Laden. Sometió a juicio popular a grandes periodistas democráticos y honrados como Magdalena Ruiz Guiñazú, por ejemplo. Durante una discusión con Horacio Verbitsky cayó en un antisemitismo despreciable y lo acusó de ser “judío y además sirviente de los Estados Unidos y estar a sueldo de la Fundación Ford”. En estas horas pasó de decir que las denuncias contra Schoklender eran “pelotudeces” a calificarlos de “traidores y estafadores”. Claro que justificó eso con otro insólito argumento, producto de su desconocimiento de un marxismo jurásico.

Dijo que los Schoklender hicieron lo que hicieron, es decir cometer un delito tras otro, porque pertenecen a otra clase social, la de los empresarios, sin advertir que el matrimonio Kirchner pertenece a esa misma clase social y también son millonarios que tienen dificultades para explicar el origen de esos millones. Pero esa es otra discusión.
 
La de la utilización de los derechos humanos como escudo para tapar los hechos de corrupción. Por ahora la única realidad es que Schoklender y el gobierno nacional que alimentó con inmensas sumas de dinero sin controles ni licitaciones la relación logró dañar a Hebe Bonafini y a las Madres más que cualquier ultramontano derechista. Hasta Estela Carlotto se dio cuenta. Eso dicen sus declaraciones de ayer: “Nunca más con Hebe”.