El balance que hizo la presidenta Cristina Fernández en Chaco fue obviamente subjetivo. Está convencida de que los ocho años de gobierno kirchnerista son los mejores de toda la historia argentina y de que Néstor Kirchner está en el cielo junto a Perón y Evita. ¿Qué otra cosa podía pensar su viuda, compañera de vida y militancia cuando está a las puertas de lograr un tercer período de gobierno como no logró nadie?

El fenómeno de Néstor Kirchner por lo bueno y por lo malo está destinado a marcar un antes y un después. Como candidato nunca ganó una elección fuera de su provincia y llegó al gobierno con el 22% de los votos después

de que Carlos Menem huyó de la segunda vuelta en forma cobarde y antidemocrática. En julio del 2003 logró el 86% de imagen positiva, entregó el bastón de mando a su esposa con el 75% y sin embargo, en el 2009 perdió la elección legislativa a manos de Francisco de Narváez y eso que se hizo acompañar por Daniel Scioli en una candidatura testimonial. Durante los gobiernos de Néstor y Cristina los argentinos nunca tuvimos espacio para aburrirnos con la rutina.

Todos los días hubo una novedad impactante o una pelea a fondo. El estado de ánimo social subía y bajaba al compás de una suerte de montaña rusa manejada por Néstor. Por eso la relación de la gente con Cristina fue de la cumbre a los abismos y nuevamente a la cumbre. Cuando asumió, casi 6 de cada 10 argentinos tenían una imagen positiva de la presidenta y un año después, como resultado de la paliza que recibieron en su lucha contra el campo, ese porcentaje había caído estrepitosamente al 19%. Jamás se dieron por vencidos. Fueron hacedores de sus grandezas y sus miserias.

Con una voluntad inédita redoblaron la apuesta y ayudados por una soja convertida en catarata de dinero, se fueron recuperando. El día que murió “El” la jefa de estado ya había duplicado su imagen positiva. Y un mes después, producto del efecto solidario que provoca el luto de una mujer y de la irrupción de la juventud ya estaba en el 55% de aceptación. No hay antecedentes de caídas tan pronunciadas y de recuperaciones tan potentes. Hay muchos aspectos del kirchnerismo que deben considerarse como avances positivos y otros como profundamente negativos.

Es un error de cálculo, una expresión de deseo de muchos opositores rabiosos creer que el sólido y eficaz conglomerado que es el kirchnerismo se forjó solamente con la suerte del viento de cola del precio internacional de los granos o con la muerte de un ex presidente convertido en mito. Esos sucesos actuaron como catalizadores, aceleraron el crecimiento, pero el modelo de inclusión y audacia que establecieron fue construído por ellos sin ayuda de nadie.

Lo mas rescatable tiene que ver con la reconstrucción de la autoridad presidencial después de un pavo real llamado De la Rúa y de 5 presidentes y una anarquía social que nos dejó a las puertas de la guerra civil. Es cierto que esa autoridad muchas veces se transformó en autoritarismo y fue sembrando odios y deseos de venganza que provocaron una fractura expuesta en la sociedad. Tal vez en estas dos caras de la moneda esté lo mejor y lo peor del kirchnerismo desde el punto de vista simbólico.
 
En lo concreto no se puede ignorar las asignación para mujeres embarazadas y para hijos de desocupados y trabajadores en negro, la generación de alrededor de 5 millones de puestos de trabajo, la quita del 75% de la deuda para salir del default y entrar al mundo y la recuperación de la autonomía económica y la apuesta a un esquema productivo.

Del lado cuestionable además de la apuesta al discurso único y el castigo a todas las voces críticas debe colocarse la estafa y la malversación de estadísticas del INDEC que intentó ocultar la fiebre de la inflación y la incapaciad para atacar el tema de la inseguridad en tiempo y forma.
 
En ocho años el país pasó del infierno social a un vigoroso crecimiento con un consumo espectacular. Es cierto que los cimientos de la recuperación fueron colocados por Duhalde y Lavagna aunque los Kirchner no lo quieran reconocer. Pero también es cierto que ellos siguieron manteniendo los principales atributos de ese círculo virtuoso aunque los opositores no lo quieran reconocer. Es impresionante registrar que el matrimonio Kirchner está a punto de lograr lo que Perón y Menem no pudieron: tres períodos consecutivos de gobierno. Ahora se viene el gran desafío.

¿Logrará Cristina sin Néstor seguir en el poder por 4 años mas? ¿Luchará contra o pactará con la corrupción de los gremios y los intendentes peronistas? ¿Caerá en la tentación suicida de reformar la Constitución para intentar eternizarse? La respuesta la tiene la historia. Y el voto de todos los argentinos.