La mayor responsabilidad que tiene el estado argentino, este gobierno y todos los gobiernos anteriores, es pagar la deuda social. Es la asignatura pendiente más urgente que la democracia tiene con el pueblo. Es “un escándalo ético”, como dice los estudiosos del tema.
Argentina produce alimentos para más de 400 millones de personas. Y se calcula que dentro de 8 años vamos a poder alimentar a 650 millones de personas, es decir al 10% de la población mundial. Sin embargo, todavía tenemos el flagelo del hambre y la desnutrición en nuestra patria. En estos momentos podemos fabricar comida para 10 veces nuestra población y todavía hay chicos que se mueren de hambre. Semejante nivel de inequidad social es intolerable.

La última medición del Barómetro de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina dice que en el 2012, la pobreza llegó al 24,5%. Es decir que uno de cada cuatro compatriotas es pobre. Estamos hablando no de números ni de cifras de una planilla. Se trata de 10 millones de hermanos de nuestro país que son pobres. Para el INDEC los que sufren esa ausencia del estado son apenas 2 millones de personas y tal vez esa sea la peor y más repudiable de las estrategias: esconder a 8 millones de personas. Hacerlos desaparecer de las estadísticas, negarlos. El riguroso informe destaca la potencia de la Asignación Universal por Hijo que llega a 3 millones y medios de hijos de desocupados o trabajadores en negro.
 
Sin esa ayuda, la indigencia sería el doble y afectaría a uno de cada diez argentinos. Por eso irrita indigna tanto que el INDEC que malversó Guillermo Moreno diga que una persona puede comer con 6 pesos por día. Es una burla, una humillación más a los humillados de siempre. Yo no digo que este gobierno sea el único responsable de la inequidad social. Digo que es el principal responsable de resolverla después de una década de crecimiento y en el poder. Y que si es el único responsable de mentir con las cifras.

Coincido con monseñor Víctor Manuel Fernández, el rector de la UCA, en que “la deuda social es una espada en el corazón de la democracia” y que debe ser un “aguijón que interpele a toda la sociedad” y, sobre todo, al igual que lo propone el Papa Francisco, es el estado el que debe intervenir para resolver los dramas que el mercado jamás resolvería y que, en algunos casos, produce. Tampoco niego los avances como la asignación universal o el presupuesto educativo, la ampliación de la seguridad social o la defensa de los derechos laborales.

Pero digo que el combate contra la pobreza, la marginalidad y la exclusión debería ser un tema de agenda de estado. Un tema de todos. Una epopeya que convoque a todos los argentinos sin distinción de banderías. Cada uno de nosotros debe aportar su granito de arena desde su lugar. Los argentinos que solemos ponernos la camiseta celeste y blanca y que agitamos las banderas nacionales durante los acontecimientos deportivos deberíamos pelear para lograr este piso mínimo de convivencia y civilización. Para que nunca más ningún argentino sufra hambre o desnutrición. Es la tarea de las tareas. Son los cimientos de una sociedad de nuevo tipo. De ahí en adelante podemos discutir muchas cosas. Pero esto es indiscutible, ¿No le parece? Es un compromiso de honor, patriótico, de bien nacido y solidario.

Hay que sembrar ciudadanía en la tierra que mas lo necesita. Plantar humanismo y fortaleza de los lazos familiares para recoger jóvenes que estén más cerca de la cultura del esfuerzo en el estudio y el trabajo y mucho más lejos de la droga y la delincuencia. Es construir una sociedad mejor desde el pie. Volar bajo porque abajo está la verdad, como propuso Facundo Cabral. Con esos cimientos vamos a edificar una mejor comunidad para todos. El estado no puede estar ausente en ese desarrollo que soñamos. Debe asegurar lo mínimo, el acceso al agua potable, las cloacas, buenos hospitales y mejores colegios. Estamos hablando de un sueño colectivo que funciona como utopía porque motoriza la esperanza pero que es claramente realizable.

No es una quimera inalcanzable. Pagar la deuda social con pobreza cero es un desafío para todos. Para los gobiernos, los ciudadanos de a pié, las empresas, los sindicatos, las organizaciones no gubernamentales, los estudiantes. ¿Hay alguna convocatoria más emocionante? ¿Conoce usted alguna prioridad superior a construir una patria de hermanos, cohesionada, con igualdad e inclusión? Hay mucho por hacer. Pero por algún lado hay que comenzar.
 
Y ese lugar es la batalla colectiva contra el hambre y la desnutrición. Hambre cero es un desarrollo social con ética. Una responsabilidad que nadie debe eludir. Una pelea de todos y para todos. La ONG Pelota de Trapo tiene una consigna que no deja lugar a dudas: “El hambre es un crimen. Ni un pibe menos”. De eso se trata. Ni un pibe menos. Hambre cero. Pobreza cero. Hasta que eso no ocurra se nos debería caer la cara de vergüenza.