Palito venció a Stalin
Desprecio los dogmas y a los dogmáticos. Una parte de mi generación se forjó políticamente en la fragua del stalinismo. O en chalecos de fuerza ideológicos similares que presumían tener la verdad revelada y que no te permitían que buscaras si existía alguna otra.
Desprecio los dogmas y a los dogmáticos. Una parte de mi generación se forjó políticamente en la fragua del stalinismo. O en chalecos de fuerza ideológicos similares que presumían tener la verdad revelada y que no te permitían que buscaras si existía alguna otra. La vida se achica con las anteojeras de los prejuicios y los dogmas. Se hace cuadriculada.
Se le pone candado. No permite que entre el sol ni la alegría. Ni siquiera la posibilidad de equivocarse que es la manera de aprender mas humana que se conoce. En aquellos años de militancia joven los sueños de igualdad nos despertaban pero los dogmas nos dormían. Eso lo aprendí con el tiempo. Intuitivamente, por olfato de chico de barrio y futbolero, me di cuenta que Palito Ortega era una fuente de alegría, de sonrisas, de cuerpo en movimiento, de intentar levantar una mina.
Palito era palabra prohibida para los revolucionarios de la época. Un reaccionario burgués, un frívolo que era funcional al imperialismo y la oligarquía. Contaminaba la conciencia clasista del proletariado, decían los más salvajes. Yo por suerte me escapaba hacia el Club del Clan. Imitaba sus peinados y sus pasitos de baile frente al espejo. Lo hacía a escondidas de mis compañeros, casi en forma clandestina. Estaba muy mal visto escuchar a Palito. Y el Club del Clan era poco menos que el capitalismo colonizador de las conciencias. Suena increíble pero todavía hay gente que lo cree.
El viernes con Bravito, fuimos al Gran Rex a cantar y a bailar con los grandes éxitos de Palito. Disfruté muchísimo. Y en un momento me pregunté cual era el motivo. Tampoco como vidrio. Se que Palito no tiene el refinamiento musical de Charly García ni la sensibilidad profunda de las metáforas de María Elena Walsh. Sin embargo a María Elena, tal vez la mejor poetiza que tuvimos los argentinos, no se le cayeron los anillos por componer con Palito “La canción del Jacarandá”. Claro, ella, hacía mucho que había dinamitado todos esos dogmas que enyesan las neuronas. Y me sentí muy identificado con la anécdota que contó Charly. Sus padres, que ejercían otro tipo de dogmatismo, no lo dejaban tocar otra música que no fuera clásica. No querían manchar su talento en el piano ni su oído absoluto con la música popular. Y Charly se escapaba a la casa de un vecinito para ver el Club del Clan y tocar y cantar nada menos que “Despeinada”, ese twist que fue pasión de multitudes. Charly, con su ideología del rock también rompió tempranamente el cascarón de los dogmas. Ni que hablar del Pelado Cordera.
Ese genio transgresor que lideró la Bersuit y que subió al escenario para cantar nada menos que “La Felicidad”, con Palito. Cordera al final, se arrodilló adelante del Rey y le rindió su homenaje. Otra derrota por goleada de los prejuicios y de todos los Stalin que todavía andan por ahí envenenando cabezas con la excusa de mantener la pureza. Y si quieren ir a lo político le cuento un par de cosas. Una vez Mercedes Sosa llevó a Palito a la Federación de Box para un festival por la libertad de los presos políticos. Había que tener huevos para ir a esos lugares que solían terminar con gente en cana y palazos en la cabeza.
Pero muchos jóvenes con banderas rojas, silbaron a quien ese momento era el cantor más popular de la América Latina. Vendía miles y miles de discos para el Wincofon y entradas para los bailes de los clubes. Lo dejaron cantar solamente porque la Negra Sosa salió a bancar la parada. Claro, la Negra, que en música descanse, siempre rompió todos los dogmas y abrió el folcklore tradicional al desprejuicio del rock. Por eso Víctor, León, Fito y hasta Charly la amaron tanto y la designaron su Pachamama.
Tuvo que llegar Palito a la política para abrirle la puerta de Tucumán a Mercedes Sosa que no quería volver a su tierra con un dictador como Antonio Bussi de gobernador. Y Palito logró lo que los esclarecidos políticos no habían logrado. Venció a Bussi. Le llenó la urna de votos. Abrió las puertas de la democracia plena en e Jardín de la República. Aquel changuito cañero le había hecho el mejor de los aportes a sus comprovincianos.
Hasta León Gieco, después de ver lo que Palito hizo por la salud de Charly me dijo un día acá en la radio que tenía que revisar eso de “Cantorcito a Contramano” que había escrito. Tal vez la cosa sea mucho mas simple y todos los que fuimos a ver a Palito en realidad estemos extrañando esa juventud y vitalidad que tuvimos. Con sueños de justicia, con sueños de igualdad. Por supuesto. Y también con la derrota de Stalin a manos de Palito. Increíble pero cierto.