Periodismo para la corona
Hay que encender una luz de alerta roja. El gobierno de Cristina Fernández avanza a paso redoblado y a tambor batiente sobre los que considera sus enemigos. Los quiere pasar por encima.
Hay que encender una luz de alerta roja. El gobierno de Cristina Fernández avanza a paso redoblado y a tambor batiente sobre los que considera sus enemigos. Los quiere pasar por encima. El operativo para castigar, erosionar, limitar y si es posible, quebrar a Daniel Scioli, Hugo Moyano y la libertad de expresión, tiene una velocidad, una planificación y una profundidad que nadie esperaba. Todos los días se mueve una pieza en este ajedrez. Son acciones cotidianas, precisas y al hueso en todos los frentes.
La metáfora más gráfica se nos aparece como si Cristina fuera la comandante en jefe de una mesa de arena donde su estado mayor, Máximo, Boudou, Abal Medina, Zannini y Mariotto utilizan todas las armas disponibles de un estado golpeador. Ese es el problema mas grave. Porque la pelea por el poder es absolutamente legítima y Cristina con sus 12 millones de votos tiene derecho a darle el rumbo que quiera a su gobierno. Pero como decía el General, dentro de la ley todo, fuera de ley, nada.
Se utilizan todos los organismos del estado como si fueran propios, como si pertenecieran solo al gobierno de turno o peor aún a un grupo que lidera un espacio político. La justicia, la SIDE, la AFIP, la pauta publicitaria, la gendarmería, la policía, la manipulación escandalosa de la historia y de la actualidad, los volantazos en sus alianzas, todo, absolutamente todo vale para lograr esos objetivos. El fin justifica todos los medios. En muchos casos los funcionarios nacionales se mueven por sentimientos de venganza y rencor. Un gobierno recién reelecto con mas del 54% de los votos y con casi la suma del poder público, con mayorías legislativas, con gobernadores e intendentes que masivamente les responden y con una parte de la justicia con la camiseta pinguina puesta, no necesita caer en un verdadero abuso de poder. Hay que denunciarlo con todas las letras. Hay que defender la libertad de expresión aunque vengan degollando. Porque si Guillermo Moreno se va a ocupar de vender o negar papel para diarios estamos en problemas.
Porque si José Luis Manzano es el nombre y apellido de la ética antimonopólica es como borrar el pasado. Porque si Juan Manuel Abal Medina hace lo que quiere con millones y millones de pesos de publicidad oficial y no le rinde cuentas a nadie, y solo decide arbitrariamente, la cosa se pone directamente peligrosa. No se puede cambiar de concubinos por intereses poderosos y pretender que uno se trague la píldora de que, en realidad lo que les interesa es democratizar la palabra.
¿Desde cuando? ¿Qué gesto han tenido los gobernantes a favor de un mayor pluralismo y un respeto irrestricto a la opinión crítica y a otra forma de pensamiento? ¿Cuándo Clarín dejó de ser al principal aliado para convertirse en el principal enemigo? ¿En que momento Cablevisión y Multicanal se casaron bendecidos por Néstor Kirchner y ahora lo quieren partir en cuatro pedazos con el auspicio de Cristina? ¿Quien puede creer que el silencio eterno de los funcionarios, que casi no hablan ni con los periodistas amigos, sirve para mejorar la calidad institucional? Agitarse entre convencidos es demasiado parecido a la masturbación. Pensar todo en forma conspirativa termina pariendo paranoias. Pelear por el control de todas las cosas todo el tiempo los lleva a un militantismo que los aleja de la gente. La búsqueda de las grandes mayorías es el corazón de la democracia. La búsqueda de las hegemonías es el camino al autoritarismo.
Fibertel no existe mas, decretó un ministro que trabajó años de cajero del kirchnerismo. Sus voceros a sueldo en los medios también tienen ganas de gritar que “Cablevisión no existe más”. Cuidado… que a ningún salvaje se le ocurra decretar que la realidad no existe más. La presidenta dijo ayer en Uruguay que “Los medios están deseando que nos vaya mal”. Es una lástima y un error grave que la presidenta piense de esa manera. Habrá probablemente algún grupo minúsculo y repudiable de periodistas corruptos o golpistas. Pero la gran mayoría de los medios y de los trabajadores de prensa son honestos y democráticos. No conozco a ningún periodista de verdad que fogonee algo malo para la Argentina. Si conozco a muchos colegas que antes trabajaban por la verdad y hoy trabajan para el gobierno. Son los que miran para otro lado cuando el estado golpea. Hacen periodismo para la corona.