La Academia Nacional de Periodismo hizo la mejor elección. Esta tarde le va a entregar el premio “Pluma de honor” a una colega inmensa. Se llama Norma Elena Morandini. Es senadora nacional por la provincia de Córdoba y yo la considero un emblema de la lucha por la libertad de prensa y contra todo tipo de autoritarismo. Por suerte para los argentinos, Norma ocupará su banca del Frente Cívico hasta el 2015.

Tiene todo el talento, la sensibilidad y curiosidad y la rebeldía que necesita todo gran profesional del periodismo. Pero ella, es mucho más que eso. Es una de las argentinas que mas sufrió en carne y familia propia el terrorismo de estado y es una de las que mas ha luchado para que haya memoria, verdad y justicia en nuestro bendito país. Pero también es una de las argentinas que levanta siempre la bandera contra todo tipo de revanchismo y de odio que pueda envenenar las venas abiertas de esta Argentina. Es propietaria de algunos conceptos de mucho coraje.

Escribió por ejemplo, que “los argentinos ya demostramos que somos capaces de defender los derechos humanos de las víctimas. Es hora de demostrar si somos capaces de defender también los derechos de los victimarios”. Me emociona profundamente pensar que Norma Morandini va a recibir un premio a sus agallas y a su inteligencia. Me quiebro de solo imaginar el orgullo que sentirían sus dos hermanos que eran mis compañeros en la combativa facultad de Ciencias de Información de Córdoba allá por el 73. No me voy a olvidar jamás del “Rulo”, de Néstor Morandini, ese gringo con los cachetes inflados de rojo, su afro look de pelo rubio, el saco azul de lona de su viejo ferroviario y el bombo colgado dale que te dale. “Alfredo, dejáte de joder con la izquierda reformista, dale, hacete peronista y vení con nosotros”, me cargaba en los actos de la Facu. Y la belleza de Cristina, la hermana de Néstor y de Norma, que disparaba luces de colores hermosos por sus ojos. Y no me olvido de Luis, del responsable de la Juventud Universitaria Peronista en la que ellos militaban. Luis era el novio de Cristina, el “compañero” se decía entonces.
 
Hoy los tres están desaparecidos. La maquinaria del genocidio los trituró. Es increíble que los hermanos de Norma se llamen como la pareja presidencial: Néstor y Cristina. Eran nombres de aquella época. Por eso Norma dice que pertenece a la gran familia del dolor.
El día que Norma Moranidini juró como senadora, la acompañó su madre, con el pañuelo blanco en la cabeza y la lucha incansable en la búsqueda de sus hijos sobre sus espaldas. Admiro a esas mujeres. A Norma y a su madre. Para mi por lo menos, el premio a Norma como periodista es también un premio a todos los periodistas desaparecidos, empezando por sus dos hermanos, por mis compañeros de estudios.

Ella solita tiene sobrados méritos. No perdió su tonada ni en el exilio. La dictadura la obligó al destierro. Y se hizo periodista con mayúsculas en España y en Brasil. Vino como corresponsal de Cambio 16 la revista de la transición española que nos despertaba envidias por su libertad y que nos sirvió de espejo para mirarnos. Esa “Pluma de honor” con la que hoy van a honrar a Norma y nos van a honrar a todos ya la recibió el ex presidente de Uruguay, Julio María Sanguinetti, un genio del periodismo dibujado como Joaquín Salvador Lavado (Quino) y otra tótem del análsis en profundidad como Santiago Kovadloff. Bien merecido lo tienen todos. Norma es periodista y escritora, trabajó en televisión y gráfica y es la autora y realizador de un documental impactante sobre la dictadura. Hace un tiempo, en pleno ataque del oficialismo contra el periodismo independiente Norma tuvo la lucidez de citar un poema de Maiakovski que dice asi: “La primera noche, ellos se acercan y toman una flor de nuestro jardín.
 
No decimos nada. La segunda noche ya no se esconden, pisan las flores, matan a nuestro perro y no decimos nada. Hasta que un día, el más frágil de ellos, entra solo a nuestra casa, nos roba la luna y, conociendo nuestro miedo, nos arranca la voz de la garganta. Y porque no dijimos nada, ya no podemos decir nada”. Norma Morandini siempre levantó su voz y jamás se calló nada. Por eso hoy puede decir todo.