Que lindo, que lindo que va a ser, el Tío en el gobierno y Perón en el poder. Esa fue la principal consigna que cantaron los jóvenes aquel día histórico de hace 40 años. La fórmula del Frejuli (Frente Justicialista de Liberación) con Cámpora y Solano Lima se impuso con casi el 50% de los votos y comenzó una primavera política con el retorno de la democracia que se tiñó de muerte durante tres años hasta que desembocó en la tragedia más grande que padecimos con el terrorismo de estado.

Es importante analizar aquel fracaso generacional porque muchos de esos hombres y de esas ideas hoy están en el poder y existe la posibilidad de repetir aquella desilusión. ¿Cómo fue posible pasar en tan poco tiempo del paraíso al infierno? ¿Qué hizo que las ideas se convirtieran en sangre y las urnas en fusiles?

¿En que momento nefasto aquella gloriosa Jotapé que amaba a Perón resolvió asesinar de 20 balazos a José Ignacio Rucci? Era el secretario general de la CGT y uno de los amigos mas queridos de Perón. Y encima, lo acribillaron dos días después que Perón logró el mayor porcentaje de votos de la historia: el 62 por ciento.

En su último libro, Julio Bárbaro, diputado nacional de entonces, dice textualmente: “Si se rebelaban con Perón y obedecen sin chistar a Cristina, será porque los años los amansaron o porque se equivocaron dos veces: cuando no entendieron al general y eso nos llevó a pagarlo con miles de vidas y cuando no le marcaron los límites al gobierno de los Kirchner y terminamos viviendo una nueva frustración. Si a Perón lo cuestionaban y a Cristina la obedecen, no es un tema ideológico, es una inmadurez permanente que los lleva a pasar la vida sin aprender nada de ella.”

Es imprescindible mirar críticamente aquella experiencia apasionada, cargada de las mejores intenciones igualitarias pero también de crímenes. Para no repetir. Los Montoneros recibieron muchos espacios de poder institucional con Cámpora. Era una forma de decirles: ahora hay democracia, es el tiempo de gobernar a favor del pueblo y no de la violencia foquista. Las luchas internas por ganarse el favor de Perón fracturaron la dirigencia y los mas mesiánicos decidieron quien tenía que vivir y a quien iban a matar. Fue la patria peronista contra la patria socialista.

Fue que lindo que va a ser, el hospital de niños en el Sheraton Hotel y el ni yankys ni marxista, fue la triple A de Lopez Rega y los Montoneros de Firmenich. La inmensa mayoría del pueblo quería vivir en paz y en democracia. Estos dos grupos se creyeron dueños de la verdad y la quisieron imponer a sangre y fuego.
 
Hay cientos de matices, por supuesto. Una historia tan compleja no se puede agotar en una columna de algunos minutos. Pero si hay que aprender algo de aquella época es que las vanguardias presuntamente iluminadas quedaron solitas como patrullas perdidas en medio de la dictadura. Y miles de jóvenes pagaron con la desaparición y la tortura de la dictadura. No haber sabido leer las verdaderas demandas populares y haberse creído su propia épica insurreccional fue el comienzo del suicidio que terminó en genocidio.

Los que dinamitaron la democracia desde el bombardeo a Plaza de Mayo, los fusilamientos del General Valle y la proscripción del General Perón durante 18 años no lograron frenar el torrente de la historia y por el contrario, sembraron las semillas de la violencia fraticida. Vale la pena recordar el valor relativo de los medios de comunicación. Perón siempre decía que llegó al gobierno con todos los medios en contra y fue derrocado con todos los medios a favor. Y sacó el 62 por ciento de los votos pese a que estaba prohibido hasta mencionar su nombre y apellido y no existían ni en la imaginación las redes sociales. Todo era boca a boca, afiches y memoria histórica.

Lo cierto es que los Montoneros se fueron de la plaza de Mayo después de que Perón los acusara de estúpidos e imberbes. Fueron a contramano de la historia. Aquel 11 de marzo de hace 40 años hubo un pueblo que se manifestó pacíficamente en las urnas. Volvía la libertad y la pasión por el cambio y la justicia. Nadie quería mas guerra y mas muerte. Perón lo entendió y se abrazó con Balbín y dijo que para un argentino no había nada mejor que otro argentino. Las mayorías nacionales supieron escucharlo. Las minorías esclarecidas prefirieron mirar para otro lado. Y la primavera se ahogó en sangre. ¿Habremos aprendido esa lección de la historia?