Es muy triste ver el avance del totalitarismo en democracia. Es muy doloroso ver como se instala el “Cristinato” en la Argentina. Una sola persona llamada Cristina que es la presidenta con toda la legitimidad que le dieron 12 millones de votos que reduce a la servidumbre al Congreso de la Nación y pone de rodillas al Poder Judicial.

Según el diccionario de la Real Academia, totalitarismo, es “el régimen político que concentra la totalidad de los poderes del estado en manos de un grupo o de un partido y que no permite la actuación de otros”. En nuestro caso ese poder totalitario no queda en manos de un grupo o de un partido. Insisto: queda en manos de una persona llamada Cristina.

A esa situación estamos avanzando a pasos agigantados. Vamos derechito al Vamos por todo. A la doctrina Diana Conti que dice que el que gana una elección toma todo, como en la perinola y de paso, instala a su jefa Cristina como jefa de todos y hasta la eternidad. El Parlamento argentino está escribiendo una de las páginas más negras de su historia. Es difícil encontrar en 30 años de democracia leyes tan indignas como las que limitan las cautelares y debilitan más a los mas débiles.

O las que crean tres nuevos tribunales de alzada para que la justicia sea mucho más lenta y burocrática todavía y para que los jubilados se mueran antes de cobrar lo que les corresponde. Pero lo más grave y peligroso es la reforma del Consejo de la Magistratura. Se lo digo en forma sencilla. Si esto pasa, cualquier gobierno de ahora en más, no solo el de Cristina, va a colocar una pistola en la cabeza de los jueces. Con mayoría simple va a poder destituir o castigar, designar o premiar a un juez. Transforman a un juez en un militante político. Dinamitan el concepto de contrapoder y control que tiene el poder judicial. Lo meten en una urna para encerrarlo y domesticarlo. Es vergonzoso y casi no tiene antecedentes en el mundo civilizado.

Por suerte la República es fuerte y todavía no fue destruida. Queda la esperanza de que los jueces primero y la Corte Suprema después anulen las leyes que violan por lo menos 5 artículos de la Constitución Nacional. Y la otra red de contención es la reacción de la sociedad que cada vez mira con más sospecha todo esto. Que se movilizó el 18-A en defensa de la división de poderes, del estado de derecho y en contra de la corrupción mafiosa del estado. Si esa creciente ola se transforma en un tsunami de votos castigo en las elecciones, tal vez estas leyes mueran aplastadas por los votos. Lo cierto es que una vez mas el cristinismo profanó una bandera justa. Disfrazó sus verdaderos objetivos con el discurso de la democratización para construir una justicia legítima. En realidad el objetivo es colocarle una camiseta partidaria para convertir a los jueces en militantes que les van a dar certificados de honestidad e impunidad a Amado Boudou, Ricardo Jaime, Lázaro Báez y siguen las firmas.

La madrugada del 25 de abril va a ser recordada por los insultos y las patoteadas y por un Agustín Rossi totalmente sacado al que sus propios compañeros tuvieron que frenar para que no atacara a trompadas a otros colegas. Cuatro horas después, Rossi pidió perdón. Pero el daño mayor ya se consumó en la fractura social que instaló el apellido Kirchner en la última década. Rossi dijo que los opositores eran profetas del odio y la realidad es un espejo que indica todo lo contrario. Néstor primero y Cristina después, instalaron su forma de conducción que es la pelea y la descalificación constante y permanente. Tal vez esa será la peor factura que tendrán que pagar ante la historia. La división feroz de los argentinos que no reconoce límites.
 
Los amigos y los familiares que no se hablan más. Reemplazaron las convicciones por el fanatismo. Los adversarios que piensan distinto pasaron a ser enemigos de la patria y se desató una persecución estatal, inédita en democracia, contra todo sector que no se arrodillara frente a los Kirchner. Fue el kirchnersimo el que cavó estas trincheras irreconciliables. Su propia lógica autoritaria y hegemónica inoculó el veneno del odio en la Argentina y eso es imperdonable. Antes de la llegada de los Kirchner al poder, teníamos miles de problemas de todo tipo. Pero no existía el rencor, el revanchismo y la furia que hoy enrarecen el aire de este país. Todos tenemos que ser cada día más responsables y cuidadosos para evitar que se desate el infierno de la violencia. Estamos caminando ciegos hacia ese abismo. Es el peor de los pecados. La herencia más cruel para nuestros hijos.