Progresismo al revés
Una de las grandes especialidades del gobierno de Cristina es poner el guiño a la izquierda y doblar a la derecha. Anunciar medidas reaccionarias con un discurso progresista.
Una de las grandes especialidades del gobierno de Cristina es poner el guiño a la izquierda y doblar a la derecha. Anunciar medidas reaccionarias con un discurso progresista. Agitar a la muchachada diciendo que Videla es malo y Baltasar Garzón es bueno pero tomando medidas concretas conservadoras.
¿Alguien podrá explicar que tienen de progresista los anuncios vinculados a la actividad bancaria? Primero bajó de un plumazo la ley de entidades financieras que con tanta energía venían fogoneando Carlos Heller y Martín Sabbatella. La presidenta dijo que ella no se metía con el poder legislativo, que eran los diputados y los senadores los que tenían que decidir pero que a ella le parecía innecesaria esa ley. En dos palabras: la sepultó. Ley de entidades financieras, si te he visto no me acuerdo. Kaput. Fue.
En la city porteña festejaron con champagne importado. Pero la música para los oídos de los banqueros no terminó allí. Había mejores noticias todavía. Disfrazada con el presunto fin de la convertibilidad, la presidenta anunció la reforma de la carta orgánica del Banco Central. Citó artículos y dio vueltas, pero no dijo cual es la necesidad y el objetivo.
La necesidad es que el tesoro nacional no tiene plata para pagar las deudas de este año. Así de sencillo. El año pasado, el tesoro cerró con un déficit de 50 mil millones de pesos, cifras que por supuesto Cristina no mencionó en su extenso discurso. No habrá tenido tiempo. El objetivo de la reforma es emitir pesos sin que tengan el respaldo correspondiente para asegurarle a los acreedores que van a pagar la deuda aunque el tesoro tenga ese déficit descomunal.
Pero como la presidenta lo presentó como una medida revolucionaria, los pibes de La Cámpora, algunos con remeras del Che y de Evita, estallaron en aplausos. Más fuerte aplaudían los financistas en la bolsa que, otra vez, brindaron con champagne. ¿Qué tiene de progresista esto? Nada. Es falso progresismo. Se podrá decir que es una medida razonable, criteriosa. Puede ser. Pero que no la vendan como si fuera la reforma agraria. Pero eso no fue todo. Los 200 minutos de discurso presidencial estuvieron plagados de virajes conservadores presentados como si Cristina recién bajara de la Sierra Maestra. Los argumentos en contra de los docentes merecen estar en el próximo libro de Zonceras de Aníbal “Jauretche” Fernández.
Fueron un compendio de prejuicios enraizados entre las señoras y los señores gordos. Por un lado dice que quiere mejorar la educación para igualar oportunidades con computadoras para todos, cosa que está muy bien. Pero, por el otro, les dice a los docentes que no se quejen de llenos que con tres mil pesos de sueldo les alcanza y les sobra. Me imagino el dolor que le habrán producido semejantes conceptos a viejos luchadores docentes y decentes como Hugo Yasky, por ejemplo. Encima se refirió a esa epopeya llamada “Carpa Blanca”, que acompañamos desde este programa con Fernando Bravo, como si fuera el lugar de la nostalgia jurásica. “Se quedaron en la carpa blanca”, dijo la presidenta. No recuerdo que ella haya estado brindando su apoyo en ese luygar. Si Macri hubiera dicho la mitad de lo que dijo Cristina de los maestros, le hubiesen dicho por lo menos fascista o le hubieran cantado, como suelen hacer: “Macri/basura/ vos sos la dictadura”. Contradicciones pinguinas que dejan asombrados a mas de uno.
¿Cuál es el mensaje progresista cuando se defiende el oscuro festival de subsidios y el descalabro del transporte que terminó con 51 argentinos muertos en un siniestro ferroviario? ¿Cómo se puede defender con tanta firmeza la minería a cielo abierta cuando en muchos lugares del mundo está prohibida? ¿Burlarse con ironía de los que defienden la flora y la fauna es progresista? Si nos anotáramos en el campo de las chicanas, podríamos comentar el twitter de Margarita Stolbizer que dijo así: “Ella toma Evian importada y nosotros, Eco de los Andes”. Más claro, agua. La presidenta se proclama a los cuatro vientos como defensora de los trabajadores. Ayer adentro del recinto casi no había representantes sindicales de importancia. Casi nadie de la CGT o de la CTA opositora. Y en la manifestación de apoyo de la calle tampoco se vieron organizaciones de trabajadores.
Allí también, en la modesta convocatoria se veían las banderas camporistas que portaban jóvenes de clase media entusiasmados. Algo raro pasa en un discurso que dice una cosa pero hace otra. La ideología es algo mas profundo la retórica. De la inflación que tritura los ingresos de los más humildes no se dijo una palabra. De la inseguridad, ni una coma. Hay una especie de malversación del contenido de la palabra progresista. Un progresismo que es fulbito para la tribuna. En tres palabras: progresismo al revés.